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Elecciones andaluzas: el neofascismo ya no está ad portas, está dentro.

La Unión Europea hace tiempo que está dando muestras inequívocas de su fragilidad y de su vulnerabilidad, tanto que el edificio común de los europeos amenazará ruina si no se introducen cambios importantes en su estructura. Las discrepancias insalvables en cuanto a las cesiones de soberanía entre los países miembros, la falta de una política exterior conjunta, la pervivencia de las desconfianzas entre el norte y el sur, la burocracia a veces tan asfixiante como improductiva de Bruselas, la falta de voluntad de generar un sentimiento verdaderamente europeo que contrarreste y el euro escepticismo o el nacionalismo particularista, las heridas del Brexit que aún no sabemos dimensionar, la obsesión por el déficit fiscal, la mala gestión del problema inmigratorio y, sobre todo la falta de sensibilidad social , la ausencia de eficacia social de la democracia europea durante y después de la crisis, son causas a tener en consideración para explicar la actual realidad que vivimos.

Ahora que conocemos los resultados de las elecciones en Andalucía, una de las regiones periféricas de la UE, que además es frontera sur de ésta con África, nos hemos llevado las manos en la cabeza, asustados. ¿Cuántas cosas han fallado para que el nuevo fascismo que representa VOX haya alcanzado casi 400 mil votos? ¿Han emergido de la nada tantos miles de fascistas en Andalucía, de los que no teníamos noticia de su existencia? No, no es tan simple la cosa.

De entrada, tendremos que aceptar que las previsiones de la sociología electoral han hecho siniestro total en su colisión con la realidad. No sabemos a estas alturas si el inefable José Félix Tezanos ha dicho algo, pero todo lo que no sea la dimisión no interesa. Como la de Susana Díaz. Pero no sólo han fallado los sociólogos y los politólogos, los analistas y los expertos electorales. Lo más grave es que han fallado los políticos y los partidos; como hemos fallado los ciudadanos. ¿Cuál es la explicación de tan escaso fervor democrático que la mitad del electorado se quedó en casa?

Del PSOE, de Izquierda Unida y de Podemos [como también de Compromís, de ERC y de otros], esperamos explicaciones que vayan más allá de frases hechas y de excusas vacías de contenido, más allá de jaculatorias del tipo del No pasarán. Siempre conviene recordar a Eric Hobsbawm: es imprescindible no confundir el activismo militante con la transformación social. Es decir, tal y como yo entiendo el maestro británico: menos agitar banderas y levantar los puños, y más reflexión y acción efectiva.

Esperamos análisis serios y esperamos respuestas. Pero también esperamos altura de miras, estrategia democrática, fortalecimiento de las instituciones, abandono del cálculo partidario mezquino y miope. Alguna dimisión también estaría bien, pero sobre todo esperamos que sepan movilizar a la ciudadanía demócrata, que es mayoritaria, para lo que habrá que introducir altas dosis de innovación en los discursos, en las propuestas y en la praxis política del día a día. Del PP y de Ciudadanos no esperamos nada, francamente, para qué vamos a engañarnos.

Había que ver anoche a Casado y Rivera, tan satisfechos ellos, sin ninguna sombra de recuerdo a aquello de que gobierne la lista más votada como ejercicio de la máxima democracia, ni de la coalición de perdedores, que repetían a diestro y siniestro sin que nadie les preguntara. Los principios son extraordinariamente elásticos en estos caballeros, y los exhiben u ocultan, los afirman o niegan, los maquillan o los afeitan, según les convenga. Así son, y así los aceptan sus votantes. Por lo tanto, salvo que desde Europa sus correligionarios les aprietan las tuercas en cuanto a exigirles que no colaboran con VOX, no podemos contar con ellos para hacer frente a los ultraderechistas.

Las izquierdas hispanas, las moderadas y las más radicales, las estatales y las regionales, están solas ante la nueva coyuntura abierta en Andalucía. Los hombres y las mujeres de progreso, los europeístas, los partidarios del Estado Social de Derecho, los que no queremos dar ni un paso atrás respecto de los avances conseguidos en las últimas décadas, también estamos solos; no contamos más que con nuestras fuerzas para hacer fracasar el deseo involucionista que, por verdadera ideología fascista de algunos o por el miedo a la complejidad del tiempo que vivimos de otros, ha tomado cuerpo ayer en Andalucía.

Hay que reflexionar, hay que ser realistas, pero no conformistas y no hay que dividir, ni fragmentar ni enfrentar los demócratas. Lo que ha pasado en Andalucía es un fenómeno nuevo en España, pero no en Europa. Ni en América. El populismo neofascista ha alcanzado el poder, como sabemos, en Washington y Brasilia, en Sofía, en Viena, en Varsovia y Roma; y amenaza con expandirse.

Convendría que los demócratas, organizados y representados por las diversas opciones partidarias, repasaremos algunas experiencias históricas en las que se cometieron errores de coordinación, de colaboración, de división. Errores que abrieron la puerta, de par en par, al fascismo. Es necesario distinguir entre lo esencial y lo secundario. Es la libertad y la democracia, los valores constitutivos de la Unión de los europeos lo que está siendo amenazado ahora desde España.

Se ha abierto, por tanto, un tiempo de reflexión y cambio en las pautas de la izquierda que conocemos. Han sido muchos los errores, demasiadas las insuficiencias, demasiados los personalismos. Habrá que hablar menos y trabajar más. Y será necesario que muchos ciudadanos, muchos, nos impliquemos a fondo en la defensa de nuestros valores, de nuestros principios de libertad, igualdad y solidaridad.

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