Última Instancia
Este nuevo gobierno que se considera como “Cambio de Régimen”, claramente tiene una visión distinta de su función a la que tienen los gobiernos modernos de los países desarrollados que han seguido, la demonizada por López Obrador, política “Neoliberal”. Ahora, que el nuevo gobierno empieza a enfrentarse a la cruda realidad económica, política y social con la que tiene que lidiar al aplicar sus políticas públicas, nos encontramos con las múltiples presiones que la administración de AMLO tiene al poner el presupuesto propuesto con múltiples perdedores, cuando resulta que la “cobija presupuestaria” no alcanza a tapar a todos.
Ante esta situación, quiero hacer algunas reflexiones de fondo sobre un tema esencial, básicamente funcional e ideológico, con que se topa un gobierno al hacer un cambio de timón en su conducción. Este tema tiene que ver con la situación de que el presupuesto no alcanza si se tiene una visión de que la función del gobierno es “equilibrar” las desigualdades.
En contrapartida de esa visión asistencial y “repartidora” del gobierno, tenemos la noción de políticas públicas liberales y de mercado abierto, en donde la función principal del gobierno es el darnos el llamado “bien común”.
Este incomprendido concepto tiene relación con la noción esencial de lo que es la política y el concepto de Estado y la función del gobierno dentro de su concepción, que es la de administrar las políticas públicas utilizando a la población, que, junto con el elemento territorial y de orden jurídico, genera riqueza, y la misma se tiene que canalizar para desarrollar el bien común, que es el tener el entorno físico y de órden necesario para el desarrollo del ser humano en harmonía con los demás.
Así el Estado tiene como función el dar los elementos necesarios para el crecimiento físico y espiritual de sus habitantes para que desarrollen por si mismos sus anhelos en la vida: ser felices, haciendo crecer a sus familias, con salud, vivienda adecuada, educación, esparcimiento, cultura, viviendo en paz y harmonía.
Por ello el gobierno debe de trabajar y coadyuvar para darnos, primeramente, seguridad y justicia, salud, servicios públicos para tener agua, energía como luz y gas, telecomunicaciones, y en el orden económico dejar que el mercado despliegue el emprender del ser humano, sin distorsiones en la competencia, como las que generan los monopolios, las colusiones, los carteles y demás prácticas monopólicas relativas y absolutas.
Siendo la función básica del gobierno, el recabar contribuciones justas que no ahoguen el desarrollo económico ni la generación de riqueza, que se crea con inversión de capital y mano de obra, que se interrelacionan en el mercado libre, pero vigilado por el gobierno para evitar las distorsiones y abusos.
En esta visión, el gobierno debe dejar a los habitantes del país trabajar en libertad para hacerse con su iniciativa y labor de su patrimonio y desarrollarse libremente en ese entorno de bien común. Así el presupuesto gubernamental se debe enfocar en seguridad y justicia, control y vigilancia de los mercados y apoyar en donde los individuos sea difícil que inviertan, como en la infraestructura de calles y sus servicios públicos, carreteras, puertos marítimos y aéreos en donde no puedan solo los particulares, quedando únicamente las dádivas de recursos públicos para las personas que sufren incapacidades por cualquier motivo.
Pero si tenemos un gobierno que desea crear clientelas para tener adeptos políticos, como los gobiernos de todos los colores, que, por desgracia, hemos sufrido en México, vamos a sufrir la necesidad de tener altos impuestos o de usar los recursos que se generan por las empresas del Estado que no son destinados al desarrollo de las mismas sino a alimentar a las burocracias que son parte de esa clientela y se usan para administrar los gigantescos aparatos ineficientes para generar clientelas de apoyo político. Entonces, distorsionamos la función del Estado y no hay cobija que alcance para atender a sus funciones.
Es por ello, que ahora tenemos gobiernos locales inconformes que no les llegarán más recursos, universidades e instituciones culturales y científicas cuyos presupuestos sufrieron grandes deterioros, deportistas que no tendrán los apoyos gubernamentales que antaño recibían y muchos inconformes más, a cambio de tener un gran ejército de ninis ganando dinero, supuestamente para entrenarse en la productividad.
En lugar de bajar impuestos (exceptuando los de la frontera que aplaudo) para que las empresas crezcan y se desarrollen entrenando a los mejores, y a mis compatriotas adultos mayores, sin distinción alguna recibiendo cantidades mensuales que podrían ser cubiertas por pensiones derivadas de su trabajo, con la cancelación de un aeropuerto que nos costará más que seguirlo adelante y la construcción de un “tren maya” cuya productividad está en tela de duda.
En conclusión, debemos los mexicanos definir nuestra visión de la finalidad del Estado.