Al otro día de llegar al poder, Obama era responsable de la situación ruinosa en la que Bush dejó a Estados Unidos. Así es la política. El presidente hereda todos los problemas de la administración anterior y hasta de las distorsiones estructurales construidas a lo largo de los años.
La derecha estadounidense se encargó de cargarle culpas ajenas a Obama, desquitándose de la derrota: no solamente era otro partido, sino la llegada de un afro-americano, cuestionando la preeminencia de la supremacía blanca, mejor conocida como WASP (Blanco, Anglo Sajón, Protestante).
En México sucedió algo similar con la llegada de López Obrador al poder. Llegó un mestizo con fuerte acento “provinciano”. Heredó la enorme miseria y gigantesca concentración de la riqueza construida por los gobiernos neoliberales, sus ataduras geopolíticas y las distorsiones como la corrupción y amenaza con revertir el sistema de privilegio.
La derecha se ha encargado de cargarle culpas como si llevara veinte años gobernando por medio de campañas de descrédito constantes. Aunque está cumpliendo un mes en el poder, muchas de las dificultades no se salvarán en un plazo relativamente alto. La corrupción y su impacto social y simbólico, aunque se ataquen enérgicamente de inmediato podrán reducirse sustancialmente en una generación.
Pero en la política nada se da en el vacío y muchas veces las decisiones requieren de grandes explicaciones.
Un problema que acarrea el gobierno de López Obrador desde la transición es la propensión a hablar de él y sus colaboradores, sin considerar que sus dichos adquieren relevancia y dónde muchas veces la última palabra ha sido la primera, con lo que la corrección se complica.
Todos los gobiernos pasan por momentos que pueden ser cruciales para su devenir:
1) La llegada les da una amplia libertad de acción porque la sociedad vive una suerte de shock que tolera decisiones.
2) Hay una curva de aprendizaje en la que se pueden enviar globos de prueba para medir resistencias sociales y políticas a las decisiones por tomar, pero también hay un riesgo de error cuya dimensión debe medirse con mucho cuidado.
Hay un tercer elemento que consiste en la propensión de los políticos por pelear por su futuro, esta batalla puede tener un efecto desestabilizador si no es contenida de forma adecuada, y aún al momento de la contención pueden dejar fuertes secuelas políticas.
La llegada de AMLO está pasando por estos momentos con el agravante de enfrentar una fuerte embestida por los múltiples intereses que se afectan. Un conflicto que se ha vuelto mayor es la resistencia de funcionarios, llamados la burocracia dorada, encabezados desde el poder judicial, en contra de la reducción de salarios. Ahí se ha creado una paradoja: los jueces juzgarán la constitucionalidad de una ley que los afecta en lo personal y contra la que se han manifestado abiertamente. Nunca fue más real el ser juez y parte.
Una parte de los que votaron por AMLO aceptan las decisiones que se están tomando ante la esperanza de que sea el preludio de la modificación del país. Otros, por ejemplo, los despedidos bajo la política de austeridad, protestan porque la medida los afectó personalmente. Nunca en política se cuenta con un 100% de apoyo, pero el gobierno debe cuidar a las bases que lo elevaron, y ahí hay una línea de tolerancia que puede ser muy tenue.
Algunos de los colaboradores de AMLO hablan de más, especialmente en áreas conflictivas. La Secretaria de la Función Pública le sugirió política salarial al sector privado. Otra de las fuentes es el mismo AMLO cuyo uso de símbolos no derrota a la derecha. Un elemento adicional son las presiones estructurales, como el poder del ejército que ha llevado a sostener el protagonismo de las fuerzas armadas, o de los dueños del capital asociados al dinero internacional, es el caso de los bonos del nuevo aeropuerto que dieron lugar al manejo de escenarios catastróficos que no se cumplieron pero metieron mucho ruido.
La batalla por el poder entre las fuerzas gobernantes empezó desde el proceso de transición, se tradujo en declaraciones contradictorias, lucha por la configuración institucional, especialmente dibujada en el manejo de las fuerzas de seguridad y donde están involucradas las secretarías de Defensa, Gobernación, Seguridad Pública. También ha tenido una presencia en el poder legislativo dónde diversos líderes luchan entre sí para inclinar la balanza de la influencia a su favor. Afortunadamente esto no ha creado parálisis legislativa, pero ha contribuido al ruido que es potenciado por la derecha y las plumas que habían tenido contratadas.
Un mes es poco tiempo en la vida de un gobierno, puede mostrar rumbos, puede ser el período en el que se han medido las fuerzas, puede ser el preludio de nuevas dinámicas derivadas de los acomodos políticos.