Uno escucha que la derecha reclama una izquierda moderada, o sea, alguien cercano a ellos. Ahora se puede decir lo mismo, el país necesita una derecha moderada, sensata, inteligente.
En la coyuntura actual hemos aprendido más de la derecha que en los últimos años. Aunque toda la derecha es intolerante y hasta necios, hay que reconocer que hay varios grados de derechistas.
Tenemos derechistas anti Trump, cuyas reacciones parecen orientarse por algún tipo de odio a Estados Unidos, pero ahora con un rechazo a los extremos que ha tocado el presidente de ese país.
Hay derechistas extremos, como por ejemplo los yunquistas, cuyas posturas se acercan mucho a Trump, son racistas y tienen un amplio espectro de odios: odian a negros, judíos, comunistas, morenos, musulmanes y agréguele usted cualquier grupo distinto a ellos.
Hay los derechistas moderados que pueden inclinarse a las libertades de los demás siempre y cuando no afecten en lo más mínimo su visión de mundo y de vida, porque la libertad no es como para que alguien tenga la opción de cambiar la realidad.
Hay muchos derechistas que les gusta disfrazarse, su etiqueta preferida es que son “liberales”, que con ellos adquiere el significado que ellos le ponen no el real.
Todos ellos son conservadores y reaccionarios, intolerantes, se apresuran a acribillar y crucificar a los distintos, son abusivos y corruptos, algunos son recalcitrantes, y en algunos de los extremos son muy violentos.
Eso si, reclaman con fuerza cuándo se les llama a cuentas y se dicen perseguidos con facilidad, aunque son religiosos no aceptan esos principios de “no le hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti” y por supuesto que no llegan al nivel de poner la otra mejilla.
Su acción política es tóxica y son proclives a generar inestabilidad política. Eso sí, siempre, según ellos, tienen la razón.