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¡Qué calor!

  • Martha Chapa
  • Apr 28, 2019
  • 2 min read

La manzana flechada

Días de sol y calor intenso sellan (¿o insolan?) nuestros días primaverales.

La indumentaria se transforma: fuera chamarras, suéteres, abrigos o bufandas, que veníamos arrastrando del frío invernal.

Ahora las altas temperaturas nos alcanzaron y el termómetro marca de 30 grados para arriba.

Se impone beber mucha agua al día o bebidas refrescantes y para el desayuno un plato de cereal con leche fría unido a un café frappé. Y a la hora de la comida, una ensalada de frutas, pues por igual suelen adecuarse nuestros alimentos al clima, además de incorporar una deliciosa sopa fría de aguacate o bien un gazpacho helado, para seguir con un ceviche o un platón de camarones recién salidos del refrigerador, aderezados con una rica mayonesa elaborada en casa, concluyendo luego con unas fresas en crema, o una nieve de guanábana, y en fin, otras muchas alternativas según el gusto de cada quién.

Y bueno, al estar en casa, desde luego permanecerán ventanas abiertas, salvo que nuestra seguridad lo impida, y en ese caso disponer entonces de un buen ventilador o si es posible de un sistema de aire acondicionado.

Calor que cruza lo mismo por el imaginario colectivo que la invención musical y literaria: cómo no recordar aquella estrofa de CRI-CRI, de “Allá en la fuente había un chorrito, se hacía grandote, se hacía chiquito, pobre chorrito tenía calor…”; o de mi paisano y genial hombre de letras, Alfonso Reyes, que en su poema Sol de Monterrey, nos enternece: “No cabe duda: de niño a mí me seguía el sol. Andaba detrás de mí… yo no conocí en mi infancia sombra, sino resolana”. Ojalá lo lean completo, pues también el espíritu requiere refrescarse, aunque sea de vez en cuando. Historia que me remite a la mitología griega, concretamente a la historia de Ícaro, cuyo padre el famoso inventor Dédalo, le hizo unas alas de cera para volar y que a fin de cuentas tanto lo elevaron que se embeleso y el sol acabo por derretirlas para caer en el mar y ahogarse. Mucho cuidado entonces con fantasear y creerse dioses, como Trump que niega las elevadas temperaturas que hoy nos afectan a todos.

Pero más allá de estos usos y costumbres o expresiones propias de nuestra cultura, estamos muy alertas y participativos ahora sí que acaloradamente, frente al amenazante calentamiento global y sus perniciosos efectos en nuestro Planeta, que debe controlarse y reducirse con urgencia en bien de la humanidad.

¡Qué calor si y todo ello, sin incluir el de por si los acalorados tiempos de la política de nuestros días en el país y en el mundo!

Así que a buscar buenos aires para el cuerpo y el alma

 
 
 

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