Diario de un reportero
I
Se acabaron los mexicanos. Ahora uno es chairo o es fifí – no hay más – mientras no se demuestre lo contrario. Quien no está conmigo está contra mí, y eso me da derecho a descalificar y difamar y ofender en los foros públicos. Que se jodan quienes no están de acuerdo.
Después de todo, se las metimos (o nos la metieron) doblada, como declaró públicamente el fino intelectual Paco Ignacio Taibo II. La cosa es sencilla: quedamos nosotros, los buenos, frente a ellos, los malos. Al que no le guste, que se vaya. Viva la intolerancia, porque para eso ganamos, o porque por eso perdieron...
II
No pude conversar como hubiera querido con Zeid Ra'ad al-Hussein cuando fue Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, pero seguí muy de cerca su trabajo y sus ideas, y admiro sus principios.
Recientemente publicó en el New York Times un video en el que comparte su preocupación porque los jefes de Estado y de gobierno son débiles y mediocres, y ya no parecen dispuestos o capaces de defender los derechos humanos.
(Los interesados que entiendan inglés pueden ver su testimonio en https://www.nytimes.com/2019/05/06/opinion/united-nations-human-rights.html)
Poco tiempo antes de que terminara su encargo le preguntaron si se presentaría para buscar la reelección durante otros cuatro años. Dijo que no, porque tendría que hacer concesiones a los gobiernos que violentan los derechos de sus pueblo y tienen poder de veto en las Naciones Unidas.
III
Algunos de las cosas que protege la Declaración Universal de Derechos Humanos desde 1948:
Artículo primero. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...
Artículo doce. Nadie será objeto (...) de ataques a su honra o a su reputación. Toda personas tiene derecho a la protección de la ley contra tales ataques.
Artículo dieciocho. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento.
Artículo diecinueve. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;La historia se repite. nciara.
ucedidogte Enrique Peña Nieto de opinbi.us pueblo y tienen poder de veto.
humanos, sobre todo ah este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones.
También en México.
IV
La intolerancia está cerrando las puertas a quienes piensan diferente, y pocos denuncian esta embestida sin prececdentes de casi todos los frentes políticos contra la nación. Corremos el riesgo de acostumbrarnos a ser chairos o fifís y dejar de ser ciudadanos de un país donde todos tenemos los mismos derechos.
Cuando algunos, o muchos, exigían que renunciara el entonces presidente Enrique Peña Nieto, nadie podía responder qué habría pasado si eso hubiera sucedido: quién iba a ocupar la presidencia, quién iba a sustituir a los que se fueran, cuál sería el proceso, de qué tamaño sería el desorden político, cuánto duraría el asunto, cuál sería el costo para el país. La cosa era que renunciara. Lo mismo pasa ahora.
La historia se repite, pero al revés, aunque no en las mismas proporciones. Se alzan de nuevo voces que piden la renuncia del presidente, y reciben como respuesta la descalificación, el insulto y la amenaza. El riesgo, entonces como ahora, es que el debate público se concentre en las diferencias sociales – y políticas – en vez de buscar los cada vez más escasos puntos de encuentro.
Y la pregunta
Ya pasó más de una semana y no se sabe qué intoxicó a más de mil personas (muchos de ellas menores) cuando festejaban el Día del Niño en la sierra de Zongolica. Como corresponde a nuestro tiempo, muchos se apresuraron a decir que las intoxicaron los pasteles o los tamales o cualquier otra cosa que les hayan dado ese día. Pero hasta el momento nadie sabe.
El impaciente secretario de Educación de Veracruz amenazó en vano a quienes organizaron la fiesta, mucho antes de que la ciencia determinara qué pasó. No recuerdo – puede ser, uno nunca sabe, aunque además no importa – si otras autoridades también hablaron antes de tiempo.
La intoxicación de más de mil personas tendría que ser un asunto prominente en la cosa de comunicación social, porque la gente cree en la medida que le dicen, aunque a veces crea mentiras. No. Nadie ha dicho nada, ni siquiera nadie ha repetido las acusaciones que hicieron al vapor, antes de saber qué vaina.
Uno se pregunta qué intoxicó a los mil, y quién fue responsable de la intoxicación masiva. Hasta ahora nada, nadie. Y pronto todo se olvidará y y nada más nos quedará la anécdota.