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Días terminales

La Manzana Flechada

Hace unos días se presentó con gran existo el libro “Días terminales”, de Alejandro Ordorica

Y fue un gusto inmenso para mí, presenciar y augurar todo lo mejor para el nacimiento de un excelente libro, más allá de que mi gran compañero, sea el propio autor.

Tuve también la satisfacción de ver como se fue gestando cuento a cuento, y su tan lograda realización y feliz desembocadura.

Me encantó comprobar desde la génesis de varios de sus relatos ese sustrato venturoso a favor de las mujeres, tan genuino en el pensamiento y el actuar de Alejandro, convencido siempre de la equidad de género y del talento de nosotras para actuar y triunfar en toda actividad sin excepción.

Por eso, mi intervención circunscribió a una mirada de mujer, que es la mía, para lo cual escogí en especial un par de sus cuentos, si bien empecé por la portada misma que fue para mí un privilegio pensarla y realizarla en función de la intencionalidad misma del libro, sobre todo inspirado en uno de sus cuentos que es “Arcángel”, donde percibí o concluí al término de su lectura que bien pudo haberse tratado igual de una Arcángela y por eso si se fijan bien la que aparece es una mujer justiciera con la espada en la mano para combatir el mal. Y ahí me quedé porque no iba a revelar el final que es muy interesante y que nos tocaba a cada quien interpretar.

Luego, retomé uno más de sus cuentos, que me fascinó desde el título mismo tan seductor como lo es “El último día de Adán”, donde el autor se imagina allá por el año 2050 que se inscribirá un final épico del machismo y la misoginia como realidades horrendas e inaceptables de nuestros días actuales. Y de nueva cuenta me costó resistir la tentación de contárselos completito pero no lo hice y les dije que todavía era más sabroso leerlo. Y por supuesto, que leyeran el libro completo.

De verdad, me encantaron todos los cuentos pero como ocurre en la vida misma todos tenemos nuestras preferencias y por eso comenté otro de los que más gustaron y que lleva por título “Ni despierta ni desnuda”, donde Alejandro también entra en defensa de una mujer tan legendaria como la que yace en el Iztlacihuátl, a fin de intentar que no muera debido a la devastación ecológica por el calentamiento global. Y ahí lo dejé para que lo leyeran y no se enteraran del final que tano a mí me conmovió.

En fin, yo que soy también apasionada a la gastronomía no puedo más que calificar de qué se trató de un gran banquete de letras, que deguste y aplaudí con toda emoción. Y haber podido deleitarme con esta espléndida gama de sabores y saberes. Por eso, queridos lectores atrévanse a vivir esta experiencia, que tanto alimenta todos los sentidos.

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