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Populismo Fracturado

La concesión a la ultraderecha mexicana para estar al frente de la Mesa Directiva en el Poder Legislativo, es uno de los hechos que se suma a las graves contradicciones que tiene la 4T a nivel nacional, estatal y local. Aún cuando se afirma que estamos frente a la construcción de un nuevo régimen, lo cierto es que se trata de renovar el antiguo gobierno de la revolución institucionalizada. El cambio sin ruptura de Manuel Camacho Solís.

El sistema de partidos en México quedó hecho añicos por el transfuguismo, la corrupción neoliberal y la ingobernabilidad. La mayor parte de los institutos políticos se quedaron sin discurso y con una fuerza latente inactiva frente a la avasalladora magnitud de la tendencia electoral que Regeneración Nacional obtuvo. No obstante los millones de votos que lograron PAN y PRI, dicho electorado no ha logrado ser movilizado o activado por los antílopez.

Morena no se encuentra en mejores condiciones, más que una perredización, el instituto político es víctima de los estilos y facturas que las diferentes alianzas implicaron. De ahí que cuando el faccionalismo se demuestra porque los radicales o morenistas puros, exigen cuotas de poder y la coherencia del estilo de gobierno, el líder carismático impone sus veredictos para mantener un equilibrio que cada vez resulta inestable.

Andrés Manuel ha declarado que renunciará a Morena si esta se pervierte, es decir, como Benito Mussolini, renunciar al Fascismo y elegir Italia si las circunstancias lo exigen. Por ello, a Mussolini se le considera un fascismo fracasado, un caudillo frustrado; no obstante el autoritarismo del Duce, su proyecto fue una opereta porque no se estructuró ni organizó a pesar de la fuerza y legitimidad que había alcanzado. Esta falla es utilizada como subterfugio de las derechas para distinguir entre fascismo y nazismo, aunque, en general, las derechas conservadoras carecen de proyectos y plataformas progresistas verdaderas.

Para aliviar a los liberales y anticomunistas mexicanos, este hecho demuestra que la 4T no pretende ser una revolución bolivariana o castrista. El desencanto de una izquierda revolucionaria, progresista y liberal, ya se hace cada vez más patente. Es poco probable que Andrés Manuel termine como Benito Mussolini; pero, es seguro que, si no hay proyecto ni perspectiva, las lágrimas de José López Portillo se hacen plausibles, así como el desastre económico y social que ningún discurso nacionalista alivia.

Andrés Manuel pretende institucionalizar el Movimiento de Regeneración Nacional como Manuel Ávila Camacho institucionalizó el gobierno de la revolución mexicana, dando ingreso a facciones políticas divergentes que asimilaran la moderación y pragmatismo que significaba el Partido Hegemónico. Así como AMLO intervino para la que la ultraderecha tuviera una palestra importante para contradecir e incluso subvertir el proyecto de nación de la 4T, Manuel Ávila Camacho admitió a sinarquistas y cristeros en el PRI, partido que incluso fue infiltrado por los Tecos y Yunques antes que el PAN. Así entonces, el PRI se volvió el Partido Sol con su diestra y su siniestra que alternaba conforme un pacto de alta política con Norteamérica y la Santa Sede.

No sorprende que Morena como antes el PAN y, mucho antes, el PRI; se sometieran a las decisiones del Ejecutivo. El binomio cuadrado perfecto Partido Oficial-Gobierno, así como el caciquismo, resulta inmorible en nuestra cultura política. Un gobierno nacionalista está prohibido por la hegemonía imperialista, pero la sociedad difícilmente va a soportar la permanencia del régimen narcocorporativista informal conducido por pobretólogos y pseudoneoliberales.

Si la 4T se encamina hacia un populismo fracasado, habrá que entender el gatopardismo como variable permanente y desencantante de la fallida democracia mexicana. La ultraderecha ha obtenido significativos avances no obstante que estén "moralmente derrotados", igual ha sucedido con facciones y grupos antagónicos al proyecto de MORENA. Los círculos tecnocráticos consideran que si AMLO está reculando, implica entonces que ha despertado a las tareas de la gobernabilidad. Los grupos progresistas comienzan a advertir, en cambio, que AMLO, como Mussolini y José López Portillo, va a procastinar muchas de las propuestas y políticas que son indispensables, no va a arriesgarse a tomar los pasos y medidas necesarias para defender la soberanía de México.

La llegada de la ultraderecha a los espacios de Morena, no son pactos de gobernabilidad sino contubernios peligrosos de los que pocas figuras salieron limpias. Para algunos, la política es eso, ensuciarse las manos por los demás ¿Valdrá la pena para la trascendencia histórica de la 4T? En la administración federal, estatal y municipal morenista, las concesiones hechas al nacionalismo católico son la constante. Chambismo piensan unos, infiltración dicen otros; liderazgo, piensan ellos. AMLO no puede hacer lo que Calles y Cárdenas en tres años y, a estos, EU y la Santa Sede terminaron por anularlos. El conservadurismo revolucionario es una ilusión, el viaje de una transformación de régimen implica romper con las inercias del sistema político mexicano.

Poco a poco se comienza a presentir que la democracia fallida es el proceso de la modernización política en nuestro país. Si no es Morena el apéndice del Presidente, cualquiera otro puede servir, RSP, Siervo de la Nación, Partido Verde o, incluso, Futuro 21. El canovismo es el arte de gobernar México. Pero el fantasma de José López Portillo, el Quetzalcóatl mexicano, cada vez se hace presente. No debe olvidarse que la derecha y la banca, como los pillos del cuento sobre el Rey desnudo, fueron los que enloquecieron a uno de los presidentes más cultos que tuvo el país. Desoir a las Sirenas, resistir a las oligarquías y plantear escenarios reales frente a Estados Unidos, son elementos indispensables para romper la democracia autoritaria de nuestra sociedad.

Una democracia fallida carece de gobernabilidad y el modelo de populismo fracasado aunque tranquilice a la Santa Sociedad Civil Mexicana y a los liberales proyanquis, cada día genera un desorden que alguien debe pagar: el desarrollo de México, la clase media y el Sur de los Estados Unidos.

Ya veremos donde acaba el Mussolini mexicano.

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