El general que tiene las manos manchadas de sangre declara que como mexicanos y como militares están ofendidos, suponemos que habló en nombre de otros militares y que no es el único cínico entre ellos.
Ese general debe cargar sobre su conciencia, aunque por lo menos ya es parte de la historia, el que bajo su mando se desapareció a muchos mexicanos, los derechos humanos fueron hechos polvo y encabezó una guerra que puso a buena parte del país en Estado de sitio bajo una supuesta ley de armas, lo que facilitó el abuso. Los militares siguiendo sus órdenes acosaron a la sociedad inocente e indefensa.
La sociedad mexicana está ofendida y agraviada por la brutalidad de estos militares, y causa rabia que todavía hablen de un orgullo falso para justificar la crítica que se les hace.
Nadie cuestiona las tareas de rescate que hacen soldados, pero abundan los llamados de organizaciones internacionales y nacionales para que los militares vuelvan a sus cuarteles y para que aquellos que agreden a la sociedad sean juzgados en las cortes civiles y no como hizo ese general, escondiendo y congelando las acusaciones por abusos severos de los derechos humanos, como por ejemplo el asesinato y la desaparición de personas.
Es una vergüenza que tipejos de ralea tan baja se den el derecho de amonestar a la sociedad y pensar que tienen una estatura moral superior. Es una vergüenza que se den el lujo de reclamar el monopolio de los símbolos patrios que han pisoteado sin cesar. Y pensar que hasta retirados seguimos manteniendo a éstas sanguijuelas.