Medir la crisis

Hay por lo menos cuatro vertientes sobre el coronavirus.

Si me ha de dar que me de, expresaron estudiantes en spring break en Estados Unidos declarando que no suspenderían sus fiestas.

Todo es una conspiración del imperialismo y las farmacéuticas y no caeremos en la misma.

El problema es cataclismico y mejor me encierro, esta es la peor pandemia de los últimos cien años.

Todo está bajo control y seguiremos las directrices de la técnica.

Ninguna es del todo correcta. En efecto de algo morirá la gente, pero una cosa es morir accidentalmente o por enfermedad, y otra morir por irresponsable llevándose entre las patas a los vecinos. Irse de fiesta, de concierto o de mitin político llevando como invitado al virus implica contagiar a otros irresponsables o a algunos que quieren cuidarse.

Resistirse a los diseños imperialistas y a que ciertos intereses se enriquecerán de manera desmedida por la pandemia no lo hace a uno inmune al virus y en cambio puede llevarlo al riesgo de contagio.

La técnica no tiene existencia propia, está elaborada y alimentada por humanos que pueden errar; elaborar un algoritmo bajo premisas equivocadas o hasta falsas, puede inclinar o llevar hacia la catástrofe. La confianza desmedida en un instrumento analítico puede llevar a serias consecuencias políticas, por ejemplo, una perdida masiva en la confianza al gobierno o una situación descontrolada que la técnica no previó, o si esta prevista sea de dimensiones funestas.

La postura sobre el cataclismo es tremendista y lleva al aislamiento extremo, lo que generara problemas económicos, sociales y políticos, como por ejemplo la tendencia de algunos a tratar de manipular al gobierno para permanecer en el poder anti democráticamente.

Esta pandemia afectará algunos de los mecanismos de ajuste político y facilitará que algunos se aprovechen, lo que es normal dentro de las crisis y aunque exigirá ajustes políticos y económicos mayores, posiblemente salgan fortalecidos aquellos que nos lleven en la peor dirección posible.