top of page

¡Que se hunda España!

No es que antes de que estallara la crisis sanitaria y social el debate político se caracterizara, precisamente, por sus formas educadas y respetuosas. Ahora bien, el espectáculo al que estamos asistiendo desde mediados de marzo provoca mucha irritación y mucha vergüenza a cualquier observador medianamente informado. Desde fuera, desde los países vecinos, según leemos en la prensa, se nos ve como siempre: agresivos, pendencieros y, muy especialmente, desunidos, fracturados. Esto es lo que hay, así que los que nos quejamos por ello no conseguimos más que hacernos mala sangre. Y no debiéramos.

Digo que no debiéramos martirizarnos porque ya tendríamos que estar acostumbrados: la derecha realmente existente en este rincón de la vieja Europa es así: agresiva, tremendista, virulenta y siempre dispuesta a no ahorrarse nunca una discusión, por agría y desagradable que esta sea. Su obsesión es mandar, y cuando se ven fuera del poder se desquician.

Es cierto que desde que perdieron el gobierno en 2018, tras la moción de censura a Rajoy, hundido, aislado y dimitido por el alud de casos de corrupción de su partido, la derecha política no tiene otro objetivo que recuperarlo a como dé lugar. Comenzó entonces otro episodio parecido al vivido en 2004, cuando tras el atentado islamista de Atocha del 11M vieron como el PSOE de Zapatero les arrebataba La Moncloa. Entonces respondieron con la campaña de la conspiración de todo el mundo contra ellos; todo el mundo era de ETA y, claro, ellos eran las víctimas de la perfidia del separatismo y el marxismo, como siempre en estrecha alianza. Nunca levantaron totalmente el pie de ese acelerador.

Años más tarde, cuando la crisis económica causaba estragos en el país, concretamente en 2011, antes de las elecciones que ganaría Rajoy, se produjo una conversación entre una diputada canaria, Ana Oramas, y el que poco después sería ministro de hacienda del gobierno Rajoy: Cristobal Montoro.

Como en estos días, en 2011 el PP atacaba al gobierno Zapatero por tierra, mar y aire. Tanto dentro como fuera de España, incluso en los escenarios financieros internacionales; también ante las instituciones europeas. El objetivo era hacer caer el gobierno socialista y hacerse con el poder. Ese y solo ese.

Se acusaba a Zapatero de todo lo malo conocido y por conocer. De incompetente a derrochador, de mentiroso a oportunista, de enemigo de la democracia a aliado con oscuros intereses contra la unidad de España. La prima de riesgo estaba por las nubes, y conseguir financiación en el mercado exterior era carísimo, pero el Partido Popular era una especie de Gran Berta machacando con fuego artillero las posiciones internas y externas del gobierno.

Fue entonces cuando, al verse recriminado por Oramas, Cristobal Montoro pronunció una frase antológica que es la mejor definición de la que es por

defecto la estrategia política de la derecha española: "Que caiga España que ya la levantaremos nosotros".

Que caiga España, que se hunda, que se ahoguen los que tengan que ahogarse, que ya llegaremos nosotros a levantarla, a reflotarla y aquí paz y después gloria. Esa es, ha sido y sigue siendo la estrategia de la derecha hispana.

Cuando, unos meses después, Montoro se vio obligado a reconocer que había dicho aquella barbaridad lanzó –a modo de explicación pretendidamente atenuante- un segundo argumento menos recordado, pero del mismo calibre, otro morterazo del Gran Berta: “Si Zapatero hubiera acortado la legislatura, nos habríamos ahorrado mucho sufrimiento a todos los españoles".

Conclusión: había que hundir España para que Zapatero dimitiera, y como el líder socialista se resistió, como tardó en convocar elecciones, el PP decidió que había que hacer sufrir a los españoles para obligarle a marcharse.

Estamos en una situación muy parecida. Ante una crisis sanitaria con miles de muertos, ante una crisis económica y social de un tamaño que todavía no sabemos evaluar, el PP no tiene otra política que atacar, desgastar, difamar y minar al gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. Hay que ver lo que se puede leer y lo que se puede oír en los medios de intoxicación afines al PP y a la extrema derecha de Vox, dos partidos que cuesta trabajo distinguir. Y no es solo en los medios, es en las redes, donde personas afines y personas asustadas, vulnerables ante la manipulación, repiten de forma mecánica los argumentarios que salen del Estado Mayor del PP o del de Vox.

“El Gobierno antepone la ideología a la recuperación”, titulaba en portada el diario ABC, y acusaba al gobierno de “anunciar un alud de medidas sociales pera ‘rescatar’ [sic, con comillas] a los más vulnerables”, y añadía “prohíbe desahucios, ofrece microcréditos a los inquilinos y ayuda a las empleadas del hogar”. Medidas que “provocarán más paro”. Eso sí, críticas todas; pero propuestas en positivo para paliar la tragedia social, ni una.

Cataluña, ETA y Venezuela ya no son munición para el Gran Berta contra el gobierno que preside Sánchez. Ahora en los ataques de artillería pesada lo acusan de ser un líder incapaz, un social-comunista bolivariano, un títere de Pablo Iglesias, un mentiroso compulsivo, un soberbio arrogante, un ventajista insoportable que solo causa “angustia nacional”.

Otra vez el mismo comportamiento de 2004 y la misma táctica de 2011 [por ceñirnos al presente siglo]: “que caiga España que ya la levantaremos nosotros”; y si no cae, pues que sigan sufriendo los que tengan que sufrir.

No están dispuestos a conceder ni tregua ni cuartel ni la menor colaboración a un gobierno que, con aciertos y errores, grandes y pequeños, está enfrentando una crisis sanitaria y social nunca vista improvisando sobre la marcha, porque no existen manuales ni protocolos en ningún sitio.

Ante este panorama, parece que lo único que podría calmar a esa derecha bronca y belicosa sería que les cedieran el gobierno, que les dejaran paso otra vez para que no sigan hundiendo el país y haciendo sufrir a la gente. Eso parece, y la verdad es que hay argumentos en el pasado reciente que avalan la hipótesis.

bottom of page