En una época había la creencia que si se evitaba el café durante el embarazo la piel del producto no saldría morena; si los bebes se bañaban en leche se podía asegurar el color claro de la piel. En esas sociedades se pensaba que la piel clara, blanca, se asociaba a los dominadores que en muchos casos eran conquistadores, y si se asemejaba la piel se podía asegurar el futuro, porque los morenos difícilmente aseguraban buen empleo o relevancia social y política, porque este papel parecía estar reservado para los de piel clara. Eso entendió Porfirio Díaz quién se untaba cremas para aclarar el color de la piel.
El colorismo es la práctica de preferir o discriminar gente por el color de la piel, está profundamente arraigado en muchas sociedades y ocupa muchos espacios, ya sea en anuncios de Aeroméxico con modelos de tipo “Polanco”, o el hecho de que los gobernantes mexicanos sean usualmente de piel clara, rehuso usar el concepto blanco o de color, porque el blanco es un color.
El colorismo se usa para discriminar en el trabajo y en la política y al parecer, es el elemento central en el corazón de los ataques contra López Obrador, el color de su piel no es apropiado para la oligarquía o las fuerzas racistas de la derecha.
México sufre de racismo institucionalizado, corre por lo más profundo de las venas culturales y se transmite generacionalmente, pero se cruza con discriminaciones clasistas, porque el colorismo se encarga de hundir económicamente a los de piel obscura.
Coctel perverso y destructivo, odio de clase mezclado con odio racial.