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Lo que se mide es la desgracia

Diario de un reportero

El año pinta mal. Todavía hay quienes no creen que la Covid-19 es una amenaza seria y quieren seguir viviendo como antes – que nunca fue mejor – porque la estupidez alienta la imprudencia, y porque lo que se aprende en Youtube y en las redes sociales – bebedizos y dietas de dudosas bondades – vale más que el conocimiento científico.

Uno tendría que morir de muerte natural, al cabo de cierto tiempo, o por enfermedad, por accidente, por lo que sea, pero no por una plaga que acecha en lugares donde antes uno disfrutaba la vida, mal que bien. Tendría uno que aceptar que la felicidad se descubre cuando se pierde.

La normalidad que nos hacía sentir bien sin que nos diéramos cuenta era bajar por el pan, y que hubiera, como concluyó el periodista español Íñigo Domínguez en El País hace cuatro meses, minutos más o minutos menos. "Éramos felices y no lo sabíamos".

Lo que se mide es la desgracia: su tamaño, su costo, sus consecuencias, las responsabilidades propias o ajenas, la dimensión del daño. La gente opina con razón y sin ella sobre lo que se hace o se deja de hacer, sobre lo que tendría que haberse hecho antes, mucho antes de que supiéramos que la plaga era voraz y que no tenía remedio.

Como lo perdido conmueve más que lo ganado, uno tiende a ver vasos medio vacíos: todo está jodido: todo es blanco o todo es negro.

Turismo En eso pensaba cuando leí en alcalorpolítico.com las declaraciones de Reynaldo Quirarte Mora, vocero de la asociación de hoteles y moteles: el sector está en peligro porque la ocupación es ínfima y porque los hoteleros han tenido que prescindir de cinco de cada diez trabajadores.

La razón parece clara: "El turismo de Xalapa es un turismo de trámites, de compras, de escuelas", explicó Quirarte. "Tienes las oficinas cerradas para trámites de cualquier índole, las tiendas, las plazas, tienes las escuelas cerradas, por eso tenemos una ocupación del uno, del dos o del tres por ciento".

Hilder Lara Hernández, quien fue director general de infraestructura turística en el gobierno de Javier Duarte y ahora maneja un hotel en Xico, no está de acuerdo con Quirarte, y asegura que Xalapa recibiría otro tipo de turismo si no estuviera "en cuarentena de limpieza y arreglo de parques y jardines".

Según Lara Hernández, la secretaria Xóchitl Arbesú "está ausente", y el Ayuntamiento de Xalapa no hace promoción ni campañas para atraer visitantes, "nada, nada, nada".

Tal vez algún día sepamos qué piensan, qué planes tienen, qué dicen, qué hacen quienes tienen el trabajo de atraer turismo en tiempos de la pandemia.

Por lo pronto, el dilema es abrir todo para que la economía se recupere a costa de los que van a morir, una decisión que tal vez nadie quiera tomar (basta acordarse del escándalo que hubo cuando las autoridades médicas consideraron recurrir al triage para determinar la atención a los pacientes), o mantener las medidas que recomiendan las autoridades (algo que obligaría legal y moralmente a las autoridades de todos los niveles a observar sus propias recomendaciones, sin peros ni excusas ni razones) y dejar que la selección natural del capitalismo elimine a las empresas que no pueden sobrevivir.

Tonterías municipales

Una noche de hace poco, el colega Andrés Robles llegó al Paseo de los Lagos en Xalapa para dar cuenta de una escena inesperada: el director de Seguridad Ciudadana y Tránsito Municipal, Francisco Felipe Villa Campa, había caído al agua con su cuatrimoto.

Nadie sabe bien qué pasó. Las imágenes de Robles muestran a un hombre que trata de sacar un vehículo del agua, y a varios agentes que trataron de impedir que filmara lo que estaba pasando, quién sabe por qué. El caso es que los policías decían que el reportero no podía grabar al funcionario que naufragó en agua estancada. Tonterías. Cualquiera puede filmar a funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones.

Por un lado, es evidente que los polis municipales no tienen idea. Por otro, va a ser muy interesante leer el reporte del incidente, porque tiene que haber un reporte escrito de lo que pasó. Quienes trataron de impedir el trabajo de Robles tienen que tomar un curso urgente e intensivo sobre la relación de los medios con los uniformados. Y alguien tiene que ofrecer una disculpa. Pronto.

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