Diario de un reportero
Estamos mal. Esta semana tuve una discusión con una amiga en las redes sociales. Me decía, o decía a quien quisiera oírla, que urge quitar al presidente porque el país avanza sin remedio hacia el socialismo. Carajo. Eso no es poca cosa. Le pedí que me explicara por qué piensa eso, y me respondió que yo tengo mis ideas y ella las suyas.
En principio, uno respeta a las personas aunque no todas tengan opiniones respetables (como bien señaló la filósofa española Adela Cortina, las opiniones tienen que ganarse el respeto: "hay que ser tolerante con los intolerantes pero no con sus opiniones ni sus puntos de vista"). Nadie pensaría que es respetable la opinión de que los hombres son superiores a las mujeres, por ejemplo
Eso no significa que mi amiga sea intolerante, pero la conversación que tuvimos sirve para reflexionar sobre lo que vemos en el México de nuestros días.
Me quedé sin entender qué quieren mi amiga y quienes piensan como ella. Sé lo que no quieren, pero no encuentro ninguna señal de que el país avance sin remedio hacia el abismo socialista o comunista (cosas distintas, como explica ni más ni menos pero claramente Televisa), ni hallo paralelos entre Hugo Chávez y Andrés Manuel López Obrador o entre México y Venezuela. Hay, en cambio,
quienes anuncian en todos los tonos mayores y menores que el país va hacia el caos.
Alucinaciones
En México se creó el Frente Nacional Anti Amlo (Frenaa), cuyo fin es que el presidente dimita – aunque la Constitución lo prohíbe – porque es un tirano comunista, un dictador bolivariano, un perro y un masón. El grupo reza a la Virgen de Guadalupe en la calle y en el Zócalo para que Dios haga el favor de eliminar tal amenaza.
Pero los conservadores de México, como los de otros países, están alucinando con una amenaza comunista, como señaló Richard Seymour no hace mucho: "Donde quiera que la derecha nacionalista ha ganado terreno, indefectiblemente ha encontrado un enemigo comunista donde no había ninguno".
En México, el senado – de mayoría oficialista – aprobó el año pasado la figura de revocación de mandato, que permite a la oposición pedir la salida del presidente. El proceso contempla la recolección de firmas (se necesitan cerca de tres millones, tres por ciento de los votantes inscritos, y los firmantes deben ser al menos de diecisiete estados) de noviembre a diciembre del año próximo. Si se reúnen las firmas, el tema se presentará a los electores entre febrero y marzo de 2022.
La oposición sostiene que la consulta equivaldría a una reelección, aunque el presidente fue electo por seis años y su período termina en 2024. Pero no todos están de acuerdo en que el referendo sea la solución, entre ellos Carlos Salazar Lomelín, líder del Consejo Coordinador Empresarial, quien en abril de este año advirtió a sus correligionarios: "¿Creen ustedes que se va a lograr algo por salir y decir que se vaya? Si es lo que queremos, pues unámonos, nomás que debemos tener a treinta millones de mexicanos detrás de nosotros".
La Constitución establece desde el veinte de diciembre del año pasado que en caso de que la revocación de mandato decida que se vaya López Obrador, el presidente del Congreso ocupará el cargo durante treinta días, al cabo de los cuales será el Congreso mismo quien elija a un mandatario sustituto. Y habría que ver quién ocuparía la presidencia del Congreso, y a quién eligirían los diputados.
Una gran confusión política
El frente anti Amlo puede haber ganado terreno pero no ha demostrado poder de convocatoria, pese a lo que afirmen sus dirigentes, cuyo tono es cada vez más belicoso. Para Seymour, "el alucinado mundo del anticomunismo sin comunismo es peligroso y violento", porque sus militantes "creen que enfrentan una amenaza existencial, lo que en principio permite casi cualquier nivel de violencia".
Sigue siendo interesante el trabajo de Tere Mora e Irma Ortiz, que hace varios años conversaron con juristas mexicanos sobre el tema, y que cité en junio de este año en este espacio. Las opiniones de sus entrevistados fueron claras: la renuncia o la ausencia total del presidente provocarían "una gran confusión" política y el peligro de que el proceso de nombramiento de un sustituto "se convirtiera no sólo en un herradero sino en un episodio de desgaste nacional".
Otros expertos advirtieron que uno de los mayores problemas políticos cuando le tocara al Congreso elegir al nuevo presidente sería la falta de madurez de los partidos, y alertaron que se correría el riesgo de que no se lograra la mayoría calificada de dos terceras partes que exige la Constitución, o que se produjera "una negociación que llegara a los inconvenientes escenarios de la debilidad, de la inconfesabilidad o de la vergüenza", e hiciera que los partidos perdieran todavía más credibilidad.
Lo que no se ve es por dónde puede México ir avanzando hacia el socialismo (a cada quien según sus posibilidades y según su trabajo) o al comunismo (a cada quien según posibilidades y según sus necesidades), aunque mi amiga y sus amigos piensen que para allá vamos y no puedan probarlo con hechos.
Lo que se ve es la intención declarada de cambiar las cosas en el país, con errores – que han sido varios y de muchos tamaños – y todo. A fin de cuentas, la democracia no consiste en que gane mi candidato y pierda el de los otros, y si pierde el mío salgo a la calle para que se vaya el que ganó, sino de que todos contribuyamos – según nuestras posibilidades y nuestras habilidades – para que nada vuelva a ser como antes.