Diego Martín Velázquez Caballero
Durante el proceso electoral que le permitió a Donald Trump alcanzar la presidencia de los Estados Unidos ha quedado demostrada la intervención de Rusia a favor del candidato del partido republicano. Ahora que trumpismo y republicanismo se alzan de nuevo, con gran fortaleza, en el proceso electoral estadounidense para el 2024 la preocupación respecto de Vladimir Putin aparece de nuevo; y con mayor razón por la guerra que sostiene la OTAN con Rusia.
En México ha crecido la figura de Eduardo Verástegui, existe una correspondencia de su causa con el republicanismo trumpista en forma desproporcionada. Pero, además de apegarse al conservadurismo yanqui más extremo, también acompaña a Verástegui un tradicionalismo religioso que está resultando fundamental en la configuración política del mundo postcovid. Es decir, frente a la crisis de la democracia liberal capitalista representada en el neoliberalismo neoextractivista hacen su aparición nacionalismos y populismos de diversas formas: izquierdistas, derechistas, progresistas, étnicos y religiosos. Samuel Huntington había establecido que el gran protagonista del choque de civilizaciones era el indigenismo, o nativismo como le quieren decir los cientificos sociales políticamente correctos.
Vladimir Putin es el ícono de una resistencia civilizatoria contra la democracia globalista. Más allá de justificar o comprender sus razones, lo cierto es que Putin es el protagonista del declive norteamericano neoliberal. Día a día se protagoniza una lucha donde el avance ruso es interpretado como retroceso de la hegemonía occidental imperialista.
Por eso el liberalismo estadounidense se encuentra preocupado frente al crecimiento y liderazgo de Donald Trump. Los republicanos han asumido las críticas históricas de la sociedad norteamericana hacia un capitalismo voraz trasnacional, la farsa imperialista y el declive social. Con todo y los excesos racistas, aporofóbicos, cuasifascistas del trumpismo; lo cierto es que los señalamientos y criticas hacia el estado de las cosas en la Unión Americana no pueden soslayarse. Los Estados Unidos han descuidado a su propio pueblo, como lo dijo Samuel Huntington y muchos sociólogos norteamericanos críticos antes considerados progresistas.
Algunos consideran que el trumpismo busca reencontrarse con el putinismo para acabar con una guerra inútil que aproxima el fin de la cultura occidental. Como en su momento otros republicanos interactuaron con China para equilibrar la Guerra Fría, ahora corresponde auxiliar –en serio- a Rusia para equilibrar el poder geopolítico del gigante dormido asiático.
Y si todo eso preocupa del trumpismo en Norteamérica, ¿qué pasaría con Eduardo Verástegui que es el candidato más trumpista de México? ¿Habrá en el equipo de Verástegui espías rusos y apoyo económico del famoso oro de Moscú? ¿Existiría un entendimiento entre el nacionalismo católico hispanista y el nacionalismo cristiano ortodoxo? ¿Verástegui, Vox y Trump, estarían más acordes con un gobierno putinista en sus respectivas regiones que con un estilo de vida neoliberal? ¿Verástegui apoyaría un Mexit como lo propone Donald Trump para la salud de ambas naciones?
Un extremista del conservadurismo mexicano, militante del PAN, expuso que el gobierno mexicano debiera contratar al Grupo Wagner para combatir el narcotráfico en el país puesto que ni la SEDENA o los aparatos de inteligencia norteamericanos pueden hacer algo. En ese argumento puede representarse que la derecha mexicana ha dejado de satanizar a Rusia, el mismo Vox Español reconoce el mérito de las políticas de capitalismo interno que genera Vladimir Putin. Incluso la Iglesia Católica ha sacralizado a Rusia durante la pandemia.
La Rusia “amigable” para la ultraderecha mexicana –mediante el trumpismo- constituye uno de los episodios más interesantes de la guerra secreta geopolítica que vive México desde siempre, según analizaba Friederich Katz. Son varios los elementos para columbrar un fortalecimiento competitivo de Eduardo Verástegui rumbo a las elecciones del 2024.
El agotamiento del sistema de partidos y una polarización esteril por cuanto tiene que ver la falta de propuestas políticas del Frente Amplio y la ausencia de narrativa ideológica en la Cuarta Transformación dado el bloqueo legislativo y judicial, le abren la puerta a un candidato independiente y proestadounidense como Eduardo Verástegui. Incluso su proyecto político puede homologarse al caso de Emmanuel Macron.
El ascenso de Donald Trump en la política estadounidense puede beneficiar a Eduardo Verástegui y hacer surgir un tercero en discordia para el interesante proceso electoral del próximo año.
Comments