Como si votar acabara con la corrupción
- fermarcs779
- May 31
- 3 min read
Diario de un reportero
Miguel Molina
El domingo leí sin sorpresa una declaración de Alain Berset, quien fue ministro del gobierno suizo y ahora es secretario general del Consejo Europeo:
El debate es saludable, pero la politización de los tribunales no (...) En una sociedad bajo el gobierno de las leyes, ningún tribunal debería recibir presiones políticas. Las instituciones que protegen los derechos fundamentales no pueden ceder a ciclos políticos. Si lo hacen, nos arriesgamos a debilitar la estabilidad misma para cuya protección se establecieron.
El domingo que viene, los mexicanos y el mundo verán el último ejercicio del poder político que ha alcanzado el Movimiento de Regeneración Nacional: las elecciones de todo tipo de jueces, magistrados y ministros. Como si elegir jueces fuera la respuesta a los problemas y vicios del poder judicial de la Nación.
Pese a que el entonces presidente López Obrador se pasó casi todo su sexenio acusando de corrupción a los jueces de todos los niveles – dejaban en libertad a delincuentes peligrosos, vendían veredictos al mejor postor, cosas así –, nunca ofreció una prueba contundente contra ningún juez, ni su gobierno castigó severamente a quienes en teoría vendieron sus fallos.
Pero hablar mal de una institución todos los días surtió efecto. Y como la asamblea popular – en estos tiempos en que la política se ejerce mediante asambleas inocentes o cómplices – había oído tanto y tanto tiempo que las cortes y los juzgados no tenían remedio, el gobierno decidió someter a elección al Poder Judicial, porque votar por los jueces va a acabar con la corrupción.
Y en eso estamos. El domingo – o el lunes o cualquier otro día – nos dirán quién ganó, porque nadie va a supervisar el conteo de los votos. Algunos dirán qué bien, ya se acabó lo que se daba, pinches jueces corruptos. Otros nos quedaremos a ver qué pasa, a ver si tenían razón quienes advirtieron que elegir jueces por votación popular aumenta el riesgo de corrupción, y conduce al caos. Por suerte, el gobierno mandó imprimir acordeones para que la gente sepa por quién votar...
Un robo con otro nombre
Nunca se sabrá de dónde vinieron las órdenes superiores que obligaron a la Nacional Financiera a entregar al gobierno federal más de diez mil millones de pesos de fideicomisos del Poder Judicial. Lo que sí se sabe es que el dinero ya está irremediablemente perdido, y los ministros y los magistrados que se acogieron al sistema de indemnizaciones propuesto por la cuarta transformación no recibirán las liquidaciones a las que tienen derecho según las leyes de antes y las de ahora.
Nafin reconoció que por órdenes superiores entregó los fondos de los fideicomisos a la Tesorería de la Federación, y los dueños del dinero ya no tenían acceso a las cuentas ni al dinero. Las cuentas nacieron con recursos públicos, pero también han recibido contribuciones de los trabajadores, y se usaban para
pagar pensiones complementarias y haberes de retiro, y prestaciones médicas, entre otras cosas.
Sería bueno saber quién emitió esas órdenes superiores, y por qué, y con qué autoridad. Cuando uno dispone de los dineros de otro sin autorización comete lo que vulgarmente – porque es un asunto vulgar – se conoce como robo. Ha habido personas y personajes que han pasado años en la cárcel por menos de lo que desapareció de los fideicomisos del Poder Judicial. Pero eso fue en otros tiempos, no ahora.
Desde el balcón
A las cuatro y media de la tarde el cielo es gris y huele a lluvia. Uno sale al fresco y se entibia con la malta que todavía baila en el fondo de la copa. Tal vez hay pájaros más allá de toda esa verde ventana silenciosa. Tal vez. Uno no sabe nunca nada, como dejó dicho el clásico. La brisa tiene un aire de pregunta y de respuesta.
Otro sorbo de malta. Uno mira pallá, que es dondequiera y ninguna parte, y piensa y vuelve a pensar y toma otro sorbo de malta. Don Justino Reyes no ha recibido los salarios y otros bonos que un tribunal ordenó a la secretaría de Educación pagar desde hace diecisiete años. Uno sabe que la decepción va más allá del desacato del gobierno de Veracruz. La ley no es la ley aunque sea la ley.
Esta tarde uno siente cierta pena porque durante diecisiete años – y los gobiernos de tres partidos –los medios – y los colegas – de Veracruz y del país y del mundo han ignorado el caso. Pero la vida es así. Uno alza la copa y brinda. Pronto será jueves.
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