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Corrupción y declaraciones

Diario de un reportero



Miguel Molina


A ver. Pese al discurso oficial, la corrupción sigue impune en Veracruz. No se puede fingir que todo es – otra vez – diferente. En casi todos los casos, sólo los funcionarios públicos pueden ser procesados por corrupción en asuntos que tienen que ver con el uso o el mal uso de los recursos públicos o de la autoridad pública para beneficiarse a sí mismos, o a otros a cambio de dinero. Y hay mucho de eso. Por ahí va la cosa legal.


Pero si uno se pone a ver se trata de palabras, declaraciones que no significan nada pero hacen ruido, y no encuentra a los ex funcionarios – de antes y de ahora – procesados y convictos de corrupción, aunque muchos de ellos no puedan ocultar su buena y reciente fortuna. Tampoco sabe si las autoridades van a hacer algo contra quienes se llenaron las bolsas al amparo del poder, o si todo va a seguir como antes de que el país se transformara en lo que ahora es.


Mientras no se castigue a quienes abusan de su poder y su posición, las cosas seguirán como eran antes de la cuarta transformación, es decir como siempre. Una cosa es lo que digan y otra es lo que hagan.


Dirán que es por joder

Dirán que es por joder, pero no. La reciente protesta del Movimiento en Defensa del Agua de la Cuenca Libres-Oriental dejó en claro que al gobierno de Veracruz no le interesa tanto lo que le pasa al pueblo bueno. La historia es conocida: un grupo de personas protestó por el daño que las Granjas porcículas Carroll causan al medio ambiente de la zona.


Quien haya pasado por Totalco verá un panorama desolado, arenoso, donde reinan algunos nopales y otros cactos, pero tendría que detenerse en alguna parte cerca de las Granjas Carroll para sentir el golpe del olor que de ellas emana. Es caca de cerdo. Toneladas de caca de cerdo cada día. Y de las granjas al aire y del aire a los pulmones de quien aspire el olor de toda esa vaina.


Según Carlos Contreras Bautista, quien fue secretario de Medio Ambiente de Veracruz en el gobierno anterior, se clausuró una de esas plantas por el daño ambiental que provocaba. Una de cincuenta y dos. Pero según los vecinos del rumbo, la planta Carroll siempre siguió funcionando: "Ahí está trabajando, ninguna de las plantas Carrol fue cancelada o clausurada".


Uno lee boletines de Carroll en los medios, elogiando el papel transformador de la empresa, de la creación de empleos que produce, pero ninguno de ellos habla sobre el daño ambiental que causa ni sobre la peste que tienen que soportar quienes viven cerca de las granjas. Y queda pendiente el asunto ese de los muertos, del que ya no habla ninguna fuente, oficial o extraoficial.


Llegará el día en que un juzgado u otro ordene al gobierno de Veracruz que se disculpe por los muertos de Totalco. Pero va a pasar lo mismo que pasó con los familiares de los policías que fueron levantados en Cardel hace más de veinte

años. Pese a que el tribunal fue claro, el gobierno de Veracruz, que en ese tiempo encabezaba Cuitláhuac García Jiménez, no mostró ningún interés en pedir perdón.


"Es cosa del gobierno anterior", decía García Jiménez desde su profunda ignorancia política. Y nunca fue a pedir las disculpas que esperaban las familias de los agentes desaparecidos. Era cosa de otros. Ahora es cosa de quien encabeza los poderes del Estado. Si la señora Nahle no pide disculpas por algo que cometió el Estado veracruzano, no tendrá mucha autoridad para culpar al pasado ni al futuro.


Como si nada hubiera cambiado

Hubo quienes saludaron con entusiasmo el anuncio de que se terminaron los abusos con las grúas. Pero ahora se vuelven noticia los abusos de los retenes y las patrullas de la policía, que detienen a quienes se les antoja con el pretexto que les da la gana y extorsionan lo que pueden, como le pasó al profesor Fernando Fernández, cuya casa fue allanada por policías – delincuentes armados – que se robaron lo que pudieron, hasta la comida que había en la mesa, y lo acusaron de tanto que al final no sabían de qué lo acusaban.


O como les pasa a los veracruzanos – sobre todo a los xalapeños – que se atreven a circular de noche por las calles de la ciudad y son detenidos y sometidos por policías que les roban lo que pueden y los acusan de lo que sea. Y no ha habido una mano fuerte que ponga orden. Mientras esto siga, será como si nada hubiera cambiado.


Desde el balcón

Uno sale un ratito al balcón, al amparo de la malta que baila en la copa, y siente el friazo que viene de todas partes. Cae la tarde, cae la noche, cae la luz que de amarilla se vuelve roja se vuelve azul se vuelve sombra. Y de pronto oscurece, y uno está ahí, tiritando con la malta en la mano, como si estuviera triste. Esa es la virtud de los atardeceres.

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