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Creencias y cultos populares. En la vorágine política

Elio Masferrer Kan

Nuestra red de investigadores sobre religión y sociedad tiene innumerables trabajos sobre cultos populares y formas de reformulación de lo sagrado. Quienes creen, en muchos casos, separan sus creencias de las instituciones religiosas. Esto molesta a los clérigos, quienes desean monopolizar el control de lo sagrado.

Las creencias populares desarrollan un sistema de “santos y vírgenes”, que no integran el santoral oficial. En la reciente Semana Santa era muy popular “Santo Domingo de Ramos”, quien aparece el domingo que inicia la festividad. Algunos dirán que es Jesús ingresando a Jerusalén montando un burrito. El Viernes estará “Santo Entierro”, de quién los teólogos afirmarán que se trata de una representación de Jesús, quien ya fue sacrificado y bajado de la Cruz. En Puebla se atribuyen infinidad de milagros al Señor de las Maravillas en el Templo de Santa Mónica. El Señor de las Maravillas representa la Pasión de Jesús.

¿Por qué esa imagen es milagrosa? ¿Y no otras? También está la pregunta de que si todas son representación de Jesús de Nazareth, por qué se le reconoce eficacia simbólica a unas y no a otras representaciones de Cristo. Esa es la base de los procesos de sacralización popular, que rebasan los criterios de los clérigos y teólogos. Estas creencias son utilizadas por los evangélicos para descalificar a los católicos, quienes desde otras perspectivas tienen sus criterios religiosos.

Un elemento adicional al conflicto es que la sacralización popular puede incluir personas sacralizadas que se confrontan con los criterios de sacralización institucional. La Jerarquía de la Iglesia Católica está convencida que tienen el poder y los “criterios” para decidir “que es debe o puede ser objeto de culto”. Pero finalmente son los creyentes quienes realizan sus prácticas frente a unos, y no a otros. Ellos son quienes deciden cuál es un santo “bueno” y aquel que ya no tiene “fuerza”.

En los procesos de sacralización popular pueden incluirse figuras que no pasarían por los requisitos fijados por el Vaticano quien está anunciando que próximamente publicará nuevos criterios institucionales para que la Iglesia Jerárquica e Institucional reconozca o desconozca apariciones, milagros y devociones. En forma paralela los creyentes hacen sus elecciones y desarrollan sus propios procesos de canonización popular, no tienen los estudios de los teólogos, pero saben discernir sobre dichas cuestiones, construyendo una “teología popular”.

En los años 50 del siglo pasado, Oscar Lewis registró el culto a la San Muerte en zonas populares urbanas de la ciudad de México. En 1987 mientras hacíamos una investigación en la Basílica de Guadalupe, encontramos que su imagen podía adquirirse en los negocios que están en la zona de la Basílica, y según los vendedores: se vendía “muy bien”. En términos teológicos la Iglesia Católica no reconoce que la muerte pueda ser una entidad, aunque como muchas situaciones similares, había una ambigua coexistencia, que se rompió cuando en una de las iglesias dedicadas al culto de la Santa Muerte se casó una actriz de origen cubano, con gran impacto mediático. Llovieron las descalificaciones y estalló una controversia.

Los antropólogos continuamos con nuestras investigaciones, tesis de grado y posgrado, artículos y libros sobre el culto. En definitiva, el culto a la Santa Muerte se incrementó y ganó popularidad entre los “católicos populares”, siendo rechazado por los creyentes más institucionalizados La devoción se extendió también entre muchos migrantes que viven en los Estados Unidos y existen varios líderes religiosos, hombres y mujeres, a quienes los creyentes de este culto le reconocen autoridad y eficacia simbólica.

Los creyentes asisten con cierta regularidad a capillas y ermitas que están distribuidas en todo el país y que fueron consagradas por estos lideres reconocidos. Según nuestros cálculos hay en México más de 5000 capillas y más de un millón de mexicanos creen en la eficacia simbólica y la sacralidad de esta entidad. Participan del culto personas de todas las clases sociales y con las ocupaciones más diversas. Los medios han hecho énfasis en el involucramiento en su culto de personas que pueden tener problemas con la Ley, pero como en todas las propuestas religiosas, hay una gran diversidad de creyentes y sería poco serio descalificar a un grupo tan numeroso de la sociedad, por lo que hacen algunos de ellos.

Es importante aclarar que el Culto a la Santa Muerte no es un culto a la muerte, sino todo lo contrario, quienes participan de estas creencias, que son millones; están convencidos que la Santa los protege para seguir viviendo en forma digna y decorosa, protegiéndolos de personajes malignos y de situaciones que generan mucha incertidumbre. Estas expresiones de cultos populares ponen en evidencia la crisis de las grandes religiones tradicionales.

Doctor en Antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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