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Cuídate, izquierda, de tu propia izquierda

Diario de un reportero


Miguel Molina


Hemos llegado al punto en que uno puede revisitar a Marcuse, quien hace más de un cuarto de siglo se preguntaba qué es la izquierda, y preguntar lo mismo en México.

Hace cuatro o cinco años, en una reflexión colectiva que se publicó en la revista La Quincena de Monterrey, aventuré que se podía llegar a la conclusión de que la izquierda mexicana es una congregación de grupos con algunos intereses afines, que – como pasó con la izquierda de Estados Unidos a mediados de los setenta – quizá perdieron el espíritu anti-totalitario que tenían en común, crearon un totalitarismo de grupo (válgasele a Marcuse la expresión), y olvidaron a quienes tendrían que representar. Se institucionalizaron.


El ensayo, o el artículo, se llamó Cuídate, izquierda, de tu propia izquierda. Y señalaba que la izquierda que era más o menos nueva en ese entonces ya padecía el mal de las tribus, que ha infectado a muchos en muchas ocasiones y en muchas plataformas, entonces como ahora y como antes, y como casi siempre.


Andrés Manuel López Obrador llegó al punto de pedir como presidente a los militantes de Morena que mantuvieran "ideales y principios, porque lo que acaba a los partidos es el pragmatismo, la falta de principios, el buscar triunfar

a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, la ambición del poder por el poder".


Las palabras del presidente me recuerdan una conversación que tuve con un militante de Morena que todavía no me retiraba el habla. Hablamos sobre Morena, que todavía era una organización casi recién nacida. "Los verdaderos enemigos de López Obrador no son de afuera", me dijo el amigo. "Tiene que cuidarse de los que están dentro del partido, cerca de él".


Me parece que las dos afirmaciones son tan actuales – o tan pertinentes – ahora como hace años, porque retratan, al menos en parte, aunque en una parte grande, la realidad política de México. Los que hay son legisladores saltando de un partido a otro sin remordimiento de quien se va ni de quien lo recibe, para construir una mayoría artificial que busca triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole.


Lo que hay es una ambición del poder por el poder, de grupos que imponen de la forma que sea a los candidatos a lo que sea, las reformas que sean, de la forma que sea. Uno los ve, los oye en el Congreso, componiendo el mundo a la imagen y semejanza de alguien que a fin de cuentas no son ellos.


Esos grupos, que antes fueron tribus, podrían ser el verdadero peligro, el huevo de la serpiente en la cuarta transformación. Si uno busca un ejemplo lo puede encontrar en la designación de la Presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Ganó la aspirante que estaba en el lugar quince, pero fue la favorita de quienes quieren todo el poder.


La izquierda tiene que comenzar a cuidarse de su propia izquierda.


Se va

Dentro de quince días, minutos más o menos, se acaba el sexenio en Veracruz. Se va un ejecutivo impopular, desacreditado, desapegado, incompetente. Queda un Poder Judicial endeudado y enredado en su propio laberinto. Acaba de irse un Poder Legislativo que exhibió su incapacidad para hacer leyes, y su irresponsabilidad a la hora de aprobar las que tuviera que aprobar por orden superior.


Se acaba un gobierno que, en opinión de muchos, fue inútil, ligero, inexistente. Son muchos adjetivos para tan poca cosa.


Desde el balcón

Uno sale al aire helado del balcón, comprueba que el mundo sigue donde estaba, vuelve a la sala, toma un sorbo de malta para entibiar los huesos, y dice en voz baja: Qué pinche frío. Pero uno sabe que el de hoy, el de aquí, es un frío para todos, sin dedicatoria, un frío general. Y piensa que una tarde así es propicia para contar dinero.


Uno no piensa aburrir a nadie calculando cuánto tiempo se tarda uno en contar – a mano – trescientos millones de pesos como los que encontró el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez. Sería un ejercicio inútil, porque uno no tiene todo ese dinero para contarlo, y el que lo tiene no dice dónde está.


Tampoco es cuestión de recordar el volumen que ocupan todos esos billetes en todas esas cajas. Uno supone que son tantos billetes en tantas cajas porque el

único dato que tiene sobre esos millones fue el anuncio del mandatario que sea va en menos de quince días. A otro frío, pero se va. Y nadie sabe dónde quedó todo ese dinero.

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