Puros cuentos Marciano llegó al D.F. de nalgas y en el parto de su madre en el Hospital Jesús Nazareno de madrugada. El parto azteca se distinguió por la sangre y los bramidos de dolor de la parturienta a punto de desmayarse. Los doctores bañados en sudor y placenta, golpean al niño por la espalda para que llore y se trague el smog de recibimiento. La sala de familiares estaba sola, como la recién madre de Marciano. Ya envuelto en sábanas limpias y con los pelos parados se le quedaba viendo a su madre ya dormida del esfuerzo. Marciano no lloró hasta que estuvo en la banqueta como respuesta histórica a sus raíces. Su madre a los dos días, volvió a su rutina de deambular por las viejas calles de Tenoch, con Marciano en la espalda, como carga de consciencia. Marciano creció en la incertidumbre y la falta de todo, hasta que bajó al inframundo, al morir Juanita mientras le daba pecho. Los que saben dijeron que murió de desnutrición, pero él sabía que murió de pobreza. Truncado su amamantamiento, Marciano quedó corto de estatura y de visión. No faltó mucho para que él, también deambulara por las calles de un mundo circular y sin tiempos. Su físico lo denotaba a donde fuera, provocando el rechazo y la paradoja admiración como si fuera pieza viviente de museo. Marciano trabajó en lo que pudo y nunca pudo escapar del mundo al revés de su existencia. Con el tiempo, aprendió que los enemigos se pueden disfrazar como amigos y viceversa, provocando crueles espejismos. Todo iba mal como siempre, hasta que se encuentra con Chonita, otra desamparada de la historia. Marciano sintió lo que nunca y lo que el dinero no puede comprar, al verle los dientes de mazorca a Chonita. Comieron maíz como siempre y se hablaron en su lengua ininteligible para el resto del mundo. Formaron un nido como de cenzontles y entre risas inocentes, iniciaron otro ciclo del eterno devenir indígena. Chonita siguiendo la naturaleza de su cuerpo deforme, entendió que se estaba formando otro ser en sus adentros. Rezando a sus dioses, la deformidad llegó a su término en las puertas del hospital donde Marciano había llegado al mundo blanco. Esa noche Chonita perdió la inocencia al sentir como salía otro Marciano de su vientre ensangrentado y adolorido. A la siguiente noche, Chonita y los Marcianos escapan por las catacumbas y túneles del hospital para salir tres días después cerca de la pirámide de la Luna. Y todo para escapar del agua del Dios crucificado de los de negro y no perder de nuevo su inocencia en forma irreversible. Ya en las montañas y dentro del bosque, tomaron refugio y fuego para traer al mundo bizarro otros Marcianos. Y así vivieron en un mundo paralelo donde sus dioses les cumplían sus aspiraciones de niños autóctonos, fruto de sus ancestros. Hasta que los Marcianos crecieron en la ignorancia y por lo mismo, cruzaron la frontera hacia el mundo del agua bendita y sucumbir en el abismo de la marginación y la locura. Tlaministli
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