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Dieciséis de cada cien

Diario de un reportero

Miguel Molina

La política es un animal resbaloso y cambiante, como ya se irá viendo en los cuatro mil quinientos y tantos mítines y encuentros con comunidades y reuniones con sectores que habrá en Veracruz, y tal vez en otras partes del país.

La algarabía política se desató esta semana casi en todas partes. Tantos harán tantas promesas más que nunca: yo miro su asunto, yo le echo una mano, llamo al licenciado para que lo atienda, yo conozco al director, no se preocupe, ánimo, voy a hablar con el secretario, si gano tendrán su calle, su auditorio, su escuela, su lo que sea. Pocos van a cumplir lo que dijeron.

En las elecciones municipales se crearán infiernos grandes de aquí al día de las elecciones y después, porque son cargos que duran tres – ¿o cuatro? – años y engendran vergüenzas y enemistades que pueden durar toda la vida, hasta en las mejores familias.

Elegir es un cuento de nunca acabar. Alguien explicará por qué muchos votaban sin pensar qué querían ni a quién elegían, y algún historiador contará con fechas y señales cuándo murieron las ideologías, y describirá cómo se degradaron los partidos hasta terminar siendo asociaciones políticas sueltas, grupos, tribus sin ganas y sin idea.

Pero ahora tenemos la obligación de cambiar. Todos. Es verdad que los pueblos se equivocan, y si se equivocan vuelven a votar porque para eso son soberanos, y también es cierto que hay de dónde escoger en los doscientos doce infiernos chicos o grandes de Veracruz.

Lo que tiene uno que hacer ahora es descifrar los discursos de los candidatos propios y ajenos, dudar de lo que ven en las redes sociales o les dicen en los grupos de Whatsapp, sacar cuentas, desenterrar secretos, conservar la serenidad y elegir con mucho cuidado. Eso es parte de la democracia que todos queremos.

Cuando menos habría que ir a votar. En las elecciones recientes participó poco más de la mitad de los veracruzanos que podían hacerlo, y menos de la mitad de esa mitad eligió al gobierno del estado con un millón y pico de votos. No es la primera vez que pasa, ni será la última, pero da bien la idea.

De lejos, parecería que solamente dieciséis de cada cien veracruzanos creyeron en el cambio y votaron en consecuencia. Uno no sabe si hicieron bien o se equivocaron: el hecho es que fueron y emitieron su voto (una de las cosas que la gente emite), y los otros ochenta y cuatro no tuvieron tiempo ni ganas, o estaban crudos, o se fueron al mercado, al centro comercial, al tianguis o al partido, o a pasear con la familia.

A ver qué hacen ahora.

Una raya más al tigre

Es para no creerse. El presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz, Juan Javier Gómez Cazarín, anunció que vetará al portal alcalorpolitico.com y a otros medios que han sido críticos de la forma en que se manejan las cosas en el poder Legislativo.

"Todo porque no les dimos contrato, y la verdad no se lo vamos a dar", declaró el diputado de Morena. Pero no hizo nada por responder a los señalamientos documentados de corrupción que se han publicado en la prensa veracruzana.

No dijo nada sobre los convenios con empresas fantasma – cuya relación con el coordinador de Comunicación, Aldo Valerio Zamudio, también se ha documentado – que han recibido millones de pesos por publicar boletines sobre las actividades de Gómez Cazarín y notas plagiadas de otros medios.

Basta con visitar los portales de CXNoticias.com, Nación Política, Tsunami Veracruzano (que al parecer es lo mismo que CXNoticias.com), 24 Veracruz y Revista Perfil Veracruz para darse cuenta de que están lejos de ser medios de comunicación: sin reporteros, sin directorio, sin contenido que aporte información o entretenimiento.

El legislador tampoco se atrevió a desmentir los señalamientos de que en el área de Comunicación Social del congreso – de algún modo hay que llamarle – se piden moches de hasta cincuenta por ciento del contrato que se otorga.

Hay quienes consideran al diputado Gómez Cazarín como un hábil operador político. Quién sabe por qué. Tal vez después de su conferencia de prensa se fue

a leer en alguna de las revistas fantasma lo que había dicho, y sólo se encontró a sí mismo.

Desde el balcón

Al principio pensamos que eran los cuervos o las urracas, porque de vez en cuando alborotan el cielo con su alharaca, pero eran las verdes voces de las ranas en el estanque cercano, que croaban con regocijo porque era hora de aparearse.

Por razones que la razón no conoce, uno pensaba en el Coronavirus 19, que no tiene pies y sólo va de un lugar a otro a bordo de los infectados sin distinción de partido...

Una pausa en la fiesta de las ranas hizo más profunda la tarde, y uno dejó de pensar. Lejos, alto, pasó un avión casi en silencio. Volvió a vivir el coro del estanque. La celebración siguió casi toda la noche.


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