Diego Martín Velázquez Caballero
A la muerte de Luis Donaldo Colosio y el fracaso de su proyecto de liberalismo social, Carlos Salinas de Gortari responsabilizó a la nomenklatura y, específicamente, a la facción de Luis Echeverría Álvarez por sabotear la modernización de México. Con el tiempo, la impotencia política de Vicente Fox también fue señalada por sus colaboradores como activada por el dispositivo Echeverría Álvarez. En realidad, más que el echeverrismo, Salinas –y otros analistas metidos a modernizadores- propuso a esta camarilla política como un chivo expiatorio para justificar las enormes dificultades que implica transformar nuestro país. Problemas que incluso enfrentó el propio LEA y que resolvió con un autoritarismo semejante al de CSG; aunque ambos fracasaron.
El despotismo mexicano se explica por una estructura colonialista que une, a forma de muégano, patrimonialismo, corporativismo, cacicazgo y corrupción. Los regímenes antiliberales hispanoamericanos deben enfrentar el enorme reto de formar Estados Nación para poder modernizarse; en la vía autoritaria, liberal o socialista.
Echeverría y Salinas resultaron más parecidos que disímbolos, sólo que el primero resultó la vía socialista implementada por los norteamericanos y, el segundo, la vía neoliberal implementada por los estadounidenses. Así como el chiste de que los científicos nazis que tenían los gringos, eran mejores que los científicos nazis que tenían los soviéticos.
El antiliberalismo latinoamericano, populista o capitalista, de izquierdas o derechas, tecnócrata liberal o tecnócrata socialista, refleja el modelo virreinal del colonialismo español donde las distintas castas permanecen unidas en un espacio dinámico, pero sin conciencia de fusión. Las castas en Latinoamérica están unidas, pero no concentradas; y por eso no hay naciones. Los gobernantes y el pueblo, sólo se entienden en la clave conservadora- autoritaria que inhibe cualquier intento de cambio social.
El echeverrismo es una ventana que permite comprender el colonialismo de México respecto de Estados Unidos. Además de esta camarilla políticas, otros conglomerados sociales, naciones y personajes; también se benefician de regentear el control social del país.
La mayor parte de los presidentes mexicanos se ha tenido que comportar como Luis Echeverría, incluso recurrir a las medidas violentas, autoritarias y de control público para controlar a unos grupos en benefico de otros. A veces se piensa que este es el costo menor, en comparación de una intervención militar de la Superpotencia como ha ocurrido en otras latitudes latinoamericanas.
Al final, el Salinismo se torna en el Echeverrismo, espantajos de argamasa que más que individuos o camarillas, representan una cultura, la antiliberal, pero que siempre
termina vinculada al imperialismo norteamericano para garantizar el control social y la modernización; por un momento.
El denominador común de estas trayectorias autoritarias, psicópatas y violentas se representa por el anticomunismo y la seguridad nacional de Estados Unidos, elementos que los analistas sociales y los grupos alternativos del país deben empezar a comprender mejor.
El destino de México se encuentra ineluctablemente conectado a Estados Unidos y, en razón de ellos, varios grupos sociales se han beneficiado caracterizando a los grupos débiles o marginados –a veces más mexicanos que otros- de malvados, ingobernables, comunistas, narcosatánicos, indigenistas, etc.; provocando la autorización del Imperio Yanqui para el ejercicio de la violencia y el gasto presupuestal.
Para evitar a los Echeverrías y Salinas, las relaciones entre México y Estados Unidos –como bien dice Robert Pastor- tienen que cambiar, ser más originales y auténticas. La oligarquía mexicana sigue ofreciéndose como “Polkos” que pueden ordenar el territorio comanche, pero cada vez ponen las cosas peor; hasta que venga el Ejército de la Unión y Ulises S. Grant. Finalmente, esa supremacía tiene residencia en Madrid o Roma.
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