Xochitl Patricia Campos López
La crisis de los partidos políticos en la entidad es muestra de que incluso la alternancia morenista no logra disminuir la fuerza radical del fundamentalismo caciquil. Obispos tirando línea para generar apoyos al probable soldado de la cuarta transformación al gobierno del estado, gobiernos incompetentes abandonando sus tareas mínimas, alcaldes haciendo gala de la impunidad a plenitud contra la infancia y las mujeres -o contra lo que sea-, funcionarios públicos ejerciendo el patrimonialismo sin el menor pudor, legisladores locales concediendo el gobierno a los Super Héroes de Marvel Comics, opinión pública llorando el deceso de un junior discrecionalista, Huachicoleros, narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, ladrones y migrantes generando trabajo y alimento para la población, un poder invisible casi absoluto que alegra la tenebra de Calígula. Puebla sigue siendo tierra morenovallista, es decir, avilacamachista. De nada sirven los indicadores sociales, económicos y políticos; la Puebla de los Caciques toma decisiones a solas, arbitrarias y ocultas. Hasta el presidente de la república se somete.
El caso del legislador petista que construyó una nueva retórica para el Partido del Trabajo y, fundamentalmente, para el gobierno local morenista a partir del mundo de los comics, por más aterrador que parezca, no es nada freak o queer, raro o extraño; el surrealismo es lo normal en México y, sobre todo, en Puebla, donde quien se interesa seriamente por la política sólo es la muerte. El morenovallismo y el neuromarketing se han acompañado durante varios años y los resultados les fueron positivos, la clase política producto de esas combinaciones sigue en el poder y perdurará por un largo tiempo debido al arraigo avilacamachista que incluso niega cualquier intervención del gobierno federal, particularmente del lopezobradorismo. El morenovallismo wanabe, cholulteca, udlap, emprendedor, angelopolitano, brujeril, pragmático polipartidista, sigue vivo y fuerte, goza de legitimidad y prestigio, todos los partidos lo necesitan, incluso Morena. O, al menos, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal con quienes tienen buenas migas ¿Algún día tendrá Puebla élites con menos enfermedad de afluenza o cretinismo?
Los morenovallistas disgregados en los principales partidos de la entidad, los gobiernos locales, instituciones y burocracia; lamentablemente, por el mundo fantástico que se han creado, generan acciones que están incrementando la ingobernabilidad estatal peligrosamente. Rafael Moreno Valle inició un proceso de desestructuración institucional en el estado que no se ha detenido, incluso la desarticulación de la seguridad pública estatal a últimas fechas cierra el ciclo de entrega al poder caciquil en las regiones del interior estatal. Puebla vive en el desgobierno mientras la clase política lee comics y lamenta los avatares de la frivolidad farandulesca del Jet-Set particular. Quizá por estas razones, Sánchez Espinoza es el único que hace algo: sus verdaderos jefes están en otro lado y, más o menos, son respetados por los caciques.
El Partido del Trabajo se ha equiparado con el Verde Ecologista, su pragmatismo resulta pornográfico. No se equivocan quienes los señalan como graves pecados capitales de la Cuarta Transformación, incluso peores que Layda Sansores. El retroceso al barbarismo político por causa del morenovallismo delegativo ha sido impresionante, los partidos políticos se han transformado en tertulias que, como Clubes de Lectura, sólo toman café, té, vino; comen canapés veganos y presumen el régimen del gimnasio. El Estado se encuentra en buenas manos caciquiles, ellos se
encargan de todo. Puebla también puede ser muestra de la impotencia de la Cuarta Transformación y de la oscura sombra de Andrés Manuel López Obrador.
El Partido del Trabajo nació en la ignominia, no puede defenderse un partido con vínculos tan estrechos con el salinismo como los tuvo Antorcha Campesina; empero, incluso Antorcha evita accidentes tan graves como los del trágico legislador petista que tiene más perfil panista y aristócrata que de izquierda. Antorcha Campesina ha logrado conciliar maoísmo, salinismo, priismo y hasta tecnocracia, sus juniors permanecen ocultos y no puede negarse el trabajo social que desarrolla en el mejor sentido del corporativismo mexicano. El PT poblano es peor que una grosería, ha sido morenovallista, panista, priista, salinista, tecnócrata y el maoísmo o la izquierda son vocablos inexistentes en su léxico y práctica; asimismo, carece de todo trabajo social y aún cuando monopoliza las secretarias y dependencias más importantes para el bienestar de la gente y la atención al precariato, el saqueo y la corrupción en sus espacios de responsabilidad pública resultan más que evidentes. Lizeth Sánchez y Antonio Ruiz son hermanos gemelos.
Cuando se piensa que la Cuarta Transformación se dirige hacia el chavismo bolivariano y la dictadura política, Puebla y el gobierno morenista constituyen un caso ejemplar de las falacias que representan los gobiernos populistas, autoridades cerradas, persecución estudiantil y dinastías oligárquicas. Sin embargo, resulta extraño que Claudio X. González, FRENAAA, Coparmex y demás enemigos de la Cuarta Transformación, eviten hablar de Puebla cuando cuestionan a Morena y el lopezobradorismo.
Antorcha Campesina y el Partido del Trabajo son muestra de la caricaturización del maoísmo mexicano que fue tan importante en las escuelas normales y escuelas agrícolas del país. La salvaguarda agropecuaria de la nación y el alfabetismo del campesinado nacional constituían los objetivos de una iniciativa cardenista que resulta imprescindible en una sociedad como la mexicana donde la modernización es obvia para salir del feudalismo medieval. Si los campesinos no se educan ni adquieren la conciencia social, México corre el riesgo de perder toda soberanía incluida la alimentaria. Promover la emigración de los campesinos a Estados Unidos, es incitar el narcotráfico y la república mafiosa que cada vez parece inevitable al presidente López Obrador.
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