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El Pompis 2

Puros cuentos

Pericles

Promovido a inspector de jefatura, el Pompis terminó en otro tipo de vida. Lo colocaron en una oficina privada en el Ministerio del Interior, sin ventanas o secretaria. Toda comunicación era a través de un solo teléfono y con una sola línea. Le permitieron llevar su computadora personal y el uso de su celular fue restringido por razones de seguridad. Sin embargo, para su familia y amigos, la historia fue diferente. Pregonaba que su oficina estaba enseguida de la del ministro, cuando en realidad estaba en un edificio aledaño. Cuando le preguntaban que hacía, el Pompis inflaba su nuevo puesto y siempre respondía lo mismo: “que no podía decir”. Por lo que los amigos le dejaron de preguntar. Con su nuevo sueldo, compró un automóvil nuevo y dejó el asignado por el ministerio. En las reuniones con los amigos les pedía que por favor ya no le dijeran el Pompis, por lo que decidieron llamarle la Nalga. Como a la semana en su nuevo puesto, le dejaron un recado en su escritorio que decía: “Tire el uniforme y cómprese un traje “ Movimiento que hizo que su familia y amigos le creyeran todavía menos de lo que verdaderamente hacía. Un día, mientras se estaba quedando dormido en su oficina, suena el teléfono y le dicen: “El ministro lo está esperando” La Nalga, con sentido de culpa y servilismo, se apura en ponerse sus zapatos nuevos que difícilmente le entraron. Zapatos, que al caminar por los largos corredores y pasillos encerados del ministerio, hacían un ruido de cuero barato. Cuando finalmente llega a la oficina del licenciado, la Nalga todavía seguía dudando de que si ya le habían dicho antes lo de la junta y como queriendo un castigo. Al entrar la secretaria le dice en seco: “Pásele” sin voltear. La Nalga, medio toca y abre la puerta gigante de madera y oye: “Adelante inspector” dice el licenciado, mientras sostenía una conversación privada con su amante y tapando parcialmente la bocina del teléfono. Los susurros del ministro no se podían interpretar, hasta que antes de colgar dice: “Ok amor, te veo al rato donde mismo “ Acto seguido el licenciado abre una caja de madera negra que contenía tabacos prohibidos y dice: ¿quiere un puro inspector?” La Nalga, por no quedarse atrás y queriendo suavizarse en su nuevo papel, dice un si apresurado y toma el puro. El licenciado se lo enciende y mientras enciende el suyo, dice: “pero siéntese, siéntese “ Por lo que la Nalga sin poder negar su físico, se sienta otra vez donde puede y como antes, en el sillón. Y mientras el ministro procede a abrir una pequeña caja fuerte detrás de su escritorio, la Nalga se pregunta como es que sus apretados zapatos ya no rechinaron y se responde a si mismo: “es la alfombra” En ese momento de epifanía detectivesca, la Nalga le da lo que fué, la primera y última inhalación a su puro isleño, que provocó una tos interminable. Tos que eventualmente concluyó en vomitada dentro del baño privado del ministro. El licenciado lo regresa al sillón y viendo como el ácido le había quemado el traje, le dice: “que lástima inspector, a mi una vez casi me pasa lo mismo, pero tomando un vodka que me regalaron” “Pero en fin, lo mandé llamar para darle las ultimas del caso del embajador” “Resulta, que de ser un caso de inteligencia, pasó a ser un caso policiaco común” La Nalga sorprendido y todavía limpiándose lo que quedó legible de la corbata, era todo oídos. El ministro, remangándose la camisa y con una toalla en la mano prosigue: “Resulta que las tres mujeres que se encontraron en el condominio eran en realidad, amigas del embajador” haciendo una pausa sarcástica. “Bueno usted me entiende” le dice a la Nalga para asegurarse que si entendió. Y mientras hojeaba lo que sacó de la caja fuerte, prosigue: “Y lo que pasó, es que por las cámaras de seguridad se vio a la esposa cambiar el paquete de las pijamas” Y como a media conclusión dice: “Por lo que ya la andan buscando” “Como ve” haciendo una pausa adrede. “la situación cambió radicalmente y como usted comprenderá, su situación también ha de cambiar” La secretaria pudo escuchar parte de la conversación, pues entró a dejarles café y sin sorprenderse, ve salir finalmente a la Nalga con una cara indescifrable. La Nalga, con la prisas y coraje, casi se cae dos veces de regreso a su oficina por lo resbaloso del piso y sus calcetines nuevos. Zapatos en mano y pensando “por ahí me los pongo en una boda” tomó su computadora y salió del edificio. Camino a casa y manejando su automóvil nuevo que tenía que regresar le habla a Cuquita su esposa y le dice: “Que crees Cuquita, atrapamos al sospechoso y casi me arruina el traje” Y se sigue oyendo: “No, no, ya no tengo que usar traje, todo fue parte de la operación clandestina para atraparlo” Escuchándose murmullos metálicos femeninos de preguntas por el teléfono. “Si, también el auto regresa de donde vino, no te preocupes” Más murmullos. “No pos, de nuevo con uniforme como antes” resignado. Y cortando los murmullos, la Nalga dice: “Espérame, ahorita que llegue te explico todo” ya desesperado en cortar la llamada cuando Cuquita le preguntó de su sueldo. Conversación que lo obligó a pensar que tenía que tomar otro trabajo, para que no se notara la diferencia económica. Y al colgar, nada más dijo: “Pinche Pericles” Adiós

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