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Especula, que algo queda

Diario de un reportero


Miguel Molina


Ah, la marcha por el INE... Los ojos oficiales de la Ciudad de México contaron cuando mucho a doce mil personas, y otros ojos vieron que había como ciento sesenta mil en la marcha contra la reforma electoral. Como casi siempre, la prensa capitalina no menciona – o menciona muy de paso – lo que pasó en varios estados. Pero haya sido lo que haya sido, fue un strip tease político de la oposición, según el presidente de todos los mexicanos.


Eso jode. Es triste ver que Andrés Manuel López Obrador insulte y se burle de quienes no piensan como él, como si el hecho de haber perdido las elecciones los hubiera despojado de su derecho a disentir y a expresar sus disensos. "Lo hicieron a favor de la corrupción, el racismo, el clasismo, la discriminación", declaró el presidente.


Es verdad que durante la marcha hubo expresiones de desprecio al presidente y a quienes apoyan al presidente, y que ese lado oscuro y cada vez más público de la oposición confirma que la brecha que divide a los mexicanos se ha hecho más grande: llegamos al punto en que somos ellos y nosotros.


Fueron muchos pero no fueron tantos, ni siquiera un millón, aunque eso no significa que no hay que tomarlos en cuenta: el número de manifestantes en el país da una idea de que una parte del pueblo – a secas, porque no se puede ni

se debe pensar en pueblos buenos y malos – no está de acuerdo con todo lo que piense el gobierno.


Jugar con los números es inútil, porque a la marcha no fueron millones y millones así como no van millones y millones cada vez que los convoca el presidente. Ni todos los que fueron a la manifestación ni todos los que aplauden las iniciativas de reforma – de esta o de otras – han leído o comprenden a plenitud la letra y el espíritu de lo propuesto, ni tienen alternativas.


Todavía es muy pronto para ver los efectos de la manifestación del domingo, si es que hay alguno a mediano o a largo plazo. Quienes opinamos sobre la cosa pública tendremos que contentarnos con especular. Porque uno especula, que algo queda.


Y en Tuxpan

Estuvo Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, y habló en una conferencia magistral (sic) sobre las políticas exitosas de su administración. Según las cifras oficiales, cinco mil personas fueron a oír lo que decía, que fue como un informe de gobierno que "inspiró a los veracruzanos", según algunos medios, aunque más bien sirvió de propaganda para promoverse como candidata a la presidencia.


Habría sido muy interesante saber qué pensaron los asistentes a tan magno evento, porque hallar en el norte de Veracruz cinco mil personas interesadas en lo que se ha hecho en una ciudad con más de veintidós millones de habitantes es un éxito en sí mismo.


También habría sido interesante ver de qué sirve acá lo que se ha hecho allá, sobre todo porque el estado no tiene los recursos de la capital, ni tiene las mismas necesidades, ni sufre los mismos males. En fin. Eso pasa cuando se confunde una conferencia magistral con un discurso de campaña.


Desde el balcón

Es otoño y la malta trae solaz al memorioso. Las hojas se caen de amarillas, y en el aire hay un hálito gélido. Sin razón, vuelve la mañana de hace tiempo en que un editor de la BBC le preguntó al reportero – frente a la redacción en pleno – si nunca se había equivocado. Me equivoqué una vez, en mil novecientos setenta y cinco, dijo el reportero, pero ya no me acuerdo en qué. Y uno sonríe, y luego suelta una carcajada.

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