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Judeofobia y sucesión presidencial mexicana

Xochitl Patricia Campos López


El aparente apego de la ultraderecha mexicana y algunos de los sectores civicos sociales con Marcelo Ebrard, constituye la evidencia de una coyuntura que no quiere ser tratada con la debida importancia en la actual sucesión: el poder simbólico de la candidatura presidencial de Claudia Sheimbaum.

Parece más que evidente el triunfo de Morena hacia el 2024, pero el miedo más antiguo del mundo, el miedo central en la cosmovisión de la hispanidad iberoamericana, hace su aparición de manera subrepticia o estrambótica según sean las necesidades, para rescatar la configuración del poder en México. Morena puede ganar el proceso político para elegir al próximo presidente de la república, pero existe la posibilidad de perder al candidato así como al conjunto de fuerzas vivas y grupos sociales que lograron la hazaña de 2018 al apoyar a AMLO.

El camino de la administración lopezobradorista no ha sido fácil, de hecho presenta un enorme conjunto de contradicciones y contrastes en las escalas regionales y de alianzas partidistas; sin embargo, a pesar del transfuguismo hacia Morena, la acción social y la resistencia popular nacionalista e, inclusive, la lucha contra la discriminación implícita en el nombre del instituto político, no puede extraviarse y mucho menos perderse en la selección de un candidato ajeno a estos valores y comprometido con grupos ajenos al impulso de la regeneración nacional.

En diferentes medios informativos, incluídos los del círculo rojo, comienza a evidenciarse los ataques a Claudia Sheimbaum y su probable candidatura presidencial, fundamentados en la conspiración judeo masónica comunista por parte de grupos filonazis, sectores judeófobos y una cultura antisemita histórica en el ethos hispano cristiano. Derechas e izquierdas con límites antropológicos encerrados en una democracia cristiana y, virtualmente, una diplomacia anti-israelí. La judeofobia, por más encubierta que pretenda manifestarse, ya no se puede esconder en el proceso para designar al próximo representante del poder ejecutivo federal en nuestro país.

Sheimbaum representa la posibilidad de romper el candado de la Edad Media que vive México encaramado precisamente en el Modelo Habsburgo de grupos conservadores, políticos y económicos, que impiden el desarrollo, la soberanía, independencia y autonomía de México. Grupos que incluso, históricamente, han colaborado con el imperialismo.

La judeofobia en México ha persistido desde la Colonia Española, mejor dicho, estructuró el sistema social a partir de castas, aporofobia, pigmentocracia, clasismo, racismo y patriarcado. El derecho de sangre del nacionalismo católico que inspira la sociedad cristiana perfecta, cosecha también el filonazismo y la legitimidad de una oligarquía criolla que no quiere dejar su hegemonía en el país. Para combatir la leyenda negra de España y la Iglesia Católica, se apresuran a presentarlo como imaginario, pero es central en la cultura latinoamericana.

Los filonazis más preclaros corren a abrazar a Ebrard para imponerse en el proceso interno de Morena, buscan que la gueritocracia no termine y ganar el visto bueno del imperialismo norteamericano. La proximidad del ebradorismo con la política hondureña es pedagógica de cómo hacer convivir un capitalismo oligárquico desarrollista con el intervencionismo estadounidense.

Sin embargo, lo que significó el 2018 y la participación de los sectores populares y marginados al lado de Morena, están más allá de una sana convivencia con Norteamérica. Sheinbaum constituye el único elemento que se vincula con los movimientos sociales, el corporativismo, los grupos descastados y desheredados que apoyaron al lopezobradorismo y que, sin duda, están en la primera línea de defensa para un movimiento nacionalista que reclama cerrar las brechas históricas de México. Sheimbaum representa también a las mujeres que han sido el sector más desfavorecido por el modelo neoliberal y la inseguridad consecuente.

Por todo lo anterior, y más, Sheinbaum representa el objetivo de la judeofobia mexicana construida por los grupos del poder hegemónico. Y por todo esto merece ser apoyada. Sheinbaum puede dar paso a la era de la ilustración y modernidad mexicana, en lugar del retroceso a la Edad Media oscurantista que significó el neoliberalismo.

La judeofobia y/o antisemitismo, real o imaginario, ha construido el orden colonial y medieval del que no podemos salir los mexicanos. Morena cuenta con todo el apoyo popular, algo que aún el imperialismo yanqui respeta y que el nuevo orden mundial multipolar también tiene en alta estima.

La judeofobia que empieza a encontrarse en el proceso sucesorio mexicano, representa el miedo y temor de los grupos oligárquicos a la evolución. Sheimbaum significa un gran cambio para México y los mexicanos merecemos cambiar

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