top of page

La Cuarta Transformación y los Feudos

Xochitl Patricia Campos López

Para algunos marxistas de Morena es preferible el chapulinismo caciquil representado en las imposiciones de candidaturas a que la derecha avance, los grupos conservadores son más peligrosos que los feudos caciquiles para que la Cuarta Transformación logre su segundo piso. ¿Será?

El proyecto neoliberal, el foxismo y peñanietismo trataron de pactar con los feudos caciquiles y así les fue. Manuel Camacho Solís, aunque acusaba un exceso de pragmatismo en la clase política nacional, tenía una perspectiva práctica asumida de la experiencia de los nacionalistas revolucionarios en Asia; pero, después del fracaso salinista, la retomó con moderación y terminó defendiendo los pactos -en desventaja- con los feudos tradicionales para hacer equilibro en diferentes grupos, camarillas y caudillos. Su estrategia política, tanto combativa como centrista, fue un fracaso total. No funcionó el grupo compacto que se imponía a los feudos mediante la estrategia sorpresa, ni sirve el cambio sin ruptura.

La verdadera transformación revolucionaria no puede llamarse a engaño. El constitucionalismo, por ejemplo, no pudo tomar el control del país hasta finiquitar el termidor revolucionario. Sólo después de la radicalización extrema del carrancista Grupo Sonora, el régimen de la revolución mexicana pudo construir instituciones como Partido, Presidencialismo y Familia Revolucionaria que encauzaran el Estado y la justicia social. Después de su agotamiento, el sistema político mexicano ha quedado intervenido y a disposición plena de los Estados Unidos y cualquier otro imperialismo.

Durante la época del Partido Hegemónico, el PRI incluyó a los caciques, aunque dinamizaba su circulación mediante una saludable alternancia política y desmovilización; el PRI era caciquil, aunque destruía y controlaba a los caciques de muchas regiones. El Gran Cacique era el presidente, pero hasta el titular del Poder Ejecutivo tenía un poder limitado: el sexenio. Y no había facultad divina que generase transexenalidad.

Así fue la circularidad de las élites y el faccionalismo colaborador del PRI hasta el agotamiento del proyecto político, así como del tejido social. La incapacidad del sistema político para regenerarse provocó que los caciques y sus facciones debilitaran al partido y la sociedad. El neoliberalismo y la democracia no se consolidaron porque carecieron de fuerza para regular y controlar el cacicazgo, los feudos y el poder invisible, ¿Será la cuarta transformación el capítulo final de esta larga transición vía elecciones competitivas?

Preferir los feudos a la disputa auténtica con las derechas, no es otra cosa que rechazar el impulso de la transformación y preferir el gatopardismo para perpetuar el patrimonialismo del Feudalismo Hispanista, el Modelo Habsburgo. ¿Qué implica pactar con los feudos? Dosificar el veneno del quietismo, llenar con aroma de flores en veneno del conservadurismo. ¿Acaso el marxismo universitario no tiene la preparación intelectual para darse cuenta de que los caciques son conservadores en extremo?

Ahora, los feudos representan el narcotráfico del principal capo global: NarcoAmérica.

México se volvió un Estado en Crisis desde la llegada del neoliberalismo y ha llegado al extremo. Si la Cuarta Transformación no decide impulsar valores institucionales, llevará al máximo riesgo de colapso el sistema político.

El caciquismo ha sido la gran rémora de la cultura iberoamericana, los caciques son los ayatolas de la revolución negra antimoderna. No representan nada, ni regiones, ni clases, ni identidades, son líderes personalistas abusivos y criminales.

Los caciques fueron la primera línea de lucha que tuvo el falangismo y pinochetismo, son los resquicios y rescoldos del fascismo. Tienen la fuerza para generar un encono civil, una guerra regional, gracias a su clientelismo y forma de dominio regional autónomo. Salvador Allende fue derrocado porque la expectativa de un gobierno socialista exitoso pudo haber irradiado al cono sur y generar un efecto en cadena latinoamericano. La dictadura pinochetista fue una cuña para dividir a la región y debilitar la influencia comunista. Al final lo consiguieron. De todas formas, la izquierda fue desplazada y destruida. La izquierda está negada en la geopolítica norteamericana, sólo es cuestión de tiempo para excluirla del sistema político.

Los caciques son la evidencia de ese empirismo que cuestionaba Manuel Camacho Solís y que tanto daño estaba provocando en el país. Los feudos, como estatuas de sal, buscan congelar el tiempo y la sociedad que han secuestrado. Representan los cimientos del autoritarismo más primitivo. Apoyar la Cuarta Transformación en los caciques es condenar el país al atraso y la estructura bárbara de la esclavitud, vasallaje y servidumbre. La alianza con los feudos beneficia a la derecha tradicional, la que tampoco quiere que el tiempo avance.

Morena y su alianza caciquil tiene esta perspectiva de suspender el tiempo mexicano, otra vez, debilitar la institucionalización y centralización estatal para beneficio de los caciques mediante el pingüe intercambio electoral. Otra vez, llegaremos tarde a la historia. Lo único que se institucionaliza es la corrupción patrimonialista.

Los caciques son los promotores de las revoluciones negras para mantener el atraso permanente del colonialismo imperialista. Así la geopolítica norteamericana se nos impone de todos modos.

Andrew Paxman, retomando algunos supuestos del diagnóstico camachista, plantea el cacicazgo como un nudo histórico que limita la evolución democrática del sistema político mexicano, el conflicto que ocasionan puede llevar al colapso social como estuvo a punto de ocurrir durante el peñanietismo. El feuderalismo es el nuevo término para definir esta realidad que se instaura a partir de la fracasada guerra Calderonista, el país se puso en manos del narcotráfico y no se puede salir de allí.

El sistema político que intentaron fundar los neoliberales, nunca pudo derrotar a los feudos y, luego, nunca pudo convocarlos a un pacto nacional por la transición democrática. Al final, los grandes derrotados fueron los tecnócratas y neoliberales. Nunca tuvieron la capacidad legitimizadora de la democracia liberal capitalista y, poco a poco, perdieron el apoyo norteamericano. El único elemento que controla a los feudos en el sistema político mexicano son los Estados Unidos y así seguirá.

Los Feudos vencen otra vez y la modernización del sistema se detiene en forma prolongada. Difícilmente el sistema político mexicano avanzará hacia una dimensión socialista, tampoco se avizora un prolongado dominio de partido como en la época del PRI. Sin embargo, los feudos van a transmitirse el poder mediante un canovismo pragmático.

Comments


bottom of page