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Los debates funcionan

Diego Martín Velázquez Caballero

La presente reflexión se desarrolla a unas cuantas horas del primer debate presidencial entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Independientemente del resultado, como antecedente a dicho ejercicio cívico, se ha pretendido desarrollar un clima de opinión desfavorable al contacto, cara a cara, de los contendientes por la presidencia de la república. Es verdad que se ha vivido un extenso ambiente de politización a lo largo del sexenio y con campañas políticas tan adelantadas que el proceso electoral partidista causa hastío; sin embargo, admitir que la lucha política está definida y que las elecciones no son competitivas, demuestra que la indiferencia y una cultura política autoritaria complaciente, comienzan a consolidarse.

Existe una crisis global de la democracia liberal capitalista; pero, a ratos, parece que en México es total y eso constituye un alto riesgo porque genera incertidumbre sobre el régimen por venir. Si la política en México se ha cancelado, ¿por qué no se la dejamos a la inteligencia artificial? Ya se ha dicho que lo mejor para México es que lo gobiernen los gringos, pero ¿y qué tal si se deja a la IA?

El ágora y el debate son consustanciales a la política. Cuando se hace menoscabo de las posibilidades que puedan emerger del diálogo público entre las candidatas, se anula la política. Los debates, amplificados por distintos medios de comunicación, podrían ser la única posibilidad de que las personas consigan atender una imagen de las candidatas más crítica y consciente del trabajo que desarrolla el neuromarketing. Los individuos, inclusive, podrían cambiar el sentido de su preferencia electoral.

A pesar de que es importante la reforma electoral en el INE, no pueden soslayarse de forma tan negativa los elementos básicos de la competencia política civilizada.

El oficialismo debería estar atento a las consecuencias de la exclusión política y las actitudes antidemocráticas. ¿Cuáles son las propuestas de reeducación política del progresismo para no caer en las actitudes autoritarias del pensamiento conservador? Si no hay debate, no hay libertad de expresión.

Los esquemas participativos del liberalismo democrático deben mantenerse para que los individuos hagan su contribución al sistema político. Los debates tienen importancia porque están fuera de la parafernalia del mitin y los equipos de campaña. En el debate, los candidatos tienen que mostrar su liderazgo político al desnudo y transferir la idea respecto de su capacidad para movilizar todo el aparato del poder político, para inspirar un país.

Los debates no deben desalentarse; al contrario, la promoción y atención a los mismos constituye la mínima moralia de élites y ciudadanos.

Ojalá que el debate haya permitido el crecimiento de las propuestas presidenciales y que los sectores sociales atentos a dicho intercambio de ideas y críticas, tomen la información necesaria para su participación electoral.

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