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Los tiempos no están para eso

Diario de un reportero

Miguel Molina

Otra vez no ha pasado nada. Como otros funcionarios de administraciones priistas y panistas, el secretario de Gobierno de Veracruz, Eric Patrocinio Cisneros, con pocas palabras comprometió la credibilidad de quienes por ahora mandan en el estado, y tal vez puso en riesgo un operativo de seguridad.

El ingeniero Cisneros estaba en Papantla, y advirtió que el gobernador "no quiere delincuentes en ningún partido político", sin pensar que los veracruzanos tampoco quieren eso. Ni ellos ni nadie. Aunque nunca se sabe.

Pero el ingeniero fue más allá y entró en terrenos políticamente pedregosos: anunció que las autoridades van a detener alcaldes y regidores que estarían vinculados a organizaciones criminales.

No ofreció pruebas (y no es cosa únicamente suya porque ningún gobernador de tiempos recientes aportó evidencias de lo que decía cuando afirmaba que las personas asesinadas por el crimen organizado eran delincuentes que habían ajustado cuentas), ni se sabe que se haya presentado ante la Fiscalía, o que haya convocado a la Fiscal a su oficina para denunciar formalmente lo que dijo.

El secretario de Gobierno también afirmó – de manera temeraria – que la delincuencia en Veracruz financia campañas electorales en los municipios para

después nombrar a sus aliados en las comandancias de policía, en las direcciones de obras públicas y en las tesorerías. Cuando le pidieron nombres, fechas, datos duros, el funcionario les dijo a los periodistas que investigaran. Así cualquiera.

Las declaraciones del ingeniero en Papantla lo ponen – a él y a lo que representa – en una situación delicada porque, si tiene información que confirma lo que dijo, tendría que presentar la denuncia formal ante las autoridades judiciales en vez de revelar lo que piensa hacer quien se haga cargo del asunto ese. Si son serias, esas cosas no se anuncian. Si no son serias, tampoco.

Paréntesis de separación de poderes

(Eso mismo le pasó a finales de enero a la licenciada Isabel Inés Romero Cruz, presidenta del Tribunal Superior de Justicia, cuando declaró que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez le había dado instrucciones sobre cómo hacer su trabajo.

Según la magistrada presidenta, el Poder Judicial investigará a todos los jueces del estado porque "estaban sueltos" y "hacían lo que querían, como dejar en libertad a presuntos delincuentes. El Tribunal Superior de Justicia, dijo la señora, "está poniéndole mucha atención, sobre todo porque el señor gobernador nos ha instruido para efecto de estar trabajando con ellos".

No se sabe en qué paró la cosa.)

Nadie les ha dicho

Lo que sí es claro es que – por las razones que sea – algunos gobernadores y algunos secretarios de Gobierno creen que sus altos cargos les permiten hablar de asuntos que no son de su competencia. Nadie les ha dicho que no es así.

Ni el gobernador ni el secretario de Gobierno, ni ningún otro encargado de despacho tienen autoridad para revelar información sobre procesos e investigaciones, y menos para hacer anuncios que podrían permitir que los presuntos responsables evadieran la acción de la justicia. No había necesidad.

Menos ingeniosa es la invitación a que los periodistas investiguen quiénes están relacionados con el crimen organizado. Los tiempos no están para eso, y los periodistas tampoco.

Desde el balcón

Hasta donde va, marzo vino con sol y brisas. Uno sale al balcón y oye pájaros ocasionales, el piano quedo y lejano del vecino y a veces un violín, los pasos de quienes caminan en el sendero de enfrente, la actividad de los que viven arriba o junto, cosas así. Y de pronto, el silencio. Uno se da cuenta de que nada nos preparó para el silencio.

O sí: Delhi. Una ciudad llena de aromas mezclados con la algarabía: gritos y canciones y música y máquinas, y matracas y ocasionales peleas de perros y urgencias de sirenas, y escapes de autobuses, timbres de bicicletas, cláxones de carros, y pregones y risas y radios y televisiones que transmiten nada para nadie, y tarde en el cielo de la noche la inquietud de los milanos, y temprano en todas partes las voces de los almuédanos cerca y lejos.

Y aquí, casi al aire libre, en el balcón, hay momentos en que uno se siente como cuando la orquesta toca la última pieza del concierto, y las luces se apagan, y uno sale a la calle con los oídos todavía llenos de música, y no sabe bien qué pasa. Y se queda callado.

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