Diego Martín Velázquez Caballero
El debate provocado, estos últimos días, por la probable declinación del candidato presidencial de Movimiento Ciudadano; más allá de señalar evidencia respecto de ser un candidato cabresto o inútil, pone también en la arena pública la necesidad de la segunda vuelta electoral. Inclusive, no sólo para la elección del presidente sino de todos los titulares de diferentes cargos de elección pública. La idea del ballotage no es nueva y tampoco original, en el estudio comparado de los sistemas electorales pueden encontrarse diversas formas, tan sólo en América Latina, que podrían disminuir los efectos nocivos de la distorsión entre el sistema electoral con elementos no colaborativos y una recompensa como la presidencia de la república.
En 1988, 2000 y 2006, por supuesto también en 2018, la segunda vuelta electoral puedo haber arrojado realineamientos electorales para estructurar gobiernos con mayorías -más o menos claras-; o bien, gobiernos divididos francos; pero, con pocos actores para negociaciones productivas, que obligaran a la mesura y control de la administración pública federal.
La propuesta de Giovanni Sartori cada vez es más vigente frente a coaliciones políticas egoístas y sin proyectos nacionales que juegan a dividir y confrontar mediante partidos satélites, transfuguismo e infiltración. Perú, Brasil y Argentina son algunos ejemplos de la destrucción que pueden generar los partidos políticos en bloques faccionalistas.
El pluralismo polarizado del sistema de partidos genera ingobernabilidad, el faccionalismo colaborador es volátil y estéril, poco productivo, sólo genera el feuderalismo sexenal que debe reinventarse cada seis años en México; pero que nunca ha sido capaz de impulsar un proyecto nacional por completo.
La disputa por Maynez y, en general, por Movimiento Ciudadano, muestra la mezquindad de la clase política mexicana. Los partidos pequeños son unas suripantas que lastiman profundamente la democracia y gobernabilidad en los sistemas presidencialistas. De ahí que resulte indispensable circundar su participación en los procesos de toma de decisiones significativas. El faccionalismo colaborador no es una gobernanza efectiva porque sacrifica el interés colectivo en beneficio del free rider, es decir, el grupo más audaz y astuto, aunque parasitario.
Bajo el esquema de un presidencialismo con sistemas electorales mixtos, cada vez los resultados de la gobernabilidad son peores y así, la desmejora de las democracias delegativas adelanta visos de sistemas autoritarios. La segunda vuelta electoral era una necesidad en México, no puede adelantarse si después del 2 de junio la idea tendrá utilidad para el interés de quienes obtengan la presidencia.
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