Carlos Ramírez
El verdadero debate después del debate debió de haber debatido el punto central que se presentó como trasfondo de la candidatura opositora: Xóchitl Gálvez Ruiz carece del apoyo de las estructuras de los tres partidos que la registraron, en el entendido de que el PRI, el PAN y el PRD no son aquellos aparatos político-electorales del pasado, y que sin esos ellos será imposible siquiera hacer un buen papel en las elecciones.
Pero al margen de la poca capacidad de estructurar campañas de los tres partidos opositores, la candidata Gálvez Ruiz está haciendo un esfuerzo sobrehumano para tratar de convertir su espontaneidad –mal que bien– en capacidad de movilización política, pero todos los sectores conservadores y ciudadanos que repudian a dos partidos no han sido capacitados para enfrentar el shock psicológico en la soledad de la mampara y de la urna: votar en la boleta a favor del PRI y del PAN –el PRD es, en los hechos, inexistente y ni siquiera es simbólico– para que Xóchitl pueda acumular votos a favor de su candidatura.
Se trata de sectores no desdeñables, aunque ya contabilizados con frialdad han estado siempre presentes y han votado inclusive hasta por López Obrador, pero en acumulación de votos no alcanzarían a marcar una diferencia, sobre todo porque en la contabilidad electoral ya están considerados en los porcentajes que reflejan las encuestas de un promedio de 25% a favor de Gálvez Ruiz.
La oposición ha fallado –y ya no tiene tiempo para corregirlo– en la articulación estratégica de los votos tradicionales de los partidos y los votos de una sociedad que comenzó a tener involucramiento en procesos electorales a partir de 1988, en su mayor parte a favor de Cuauhtémoc Cárdenas y contra el PRI que encabezaba Carlos Salinas de Gortari. Es decir, que muchos de los simpatizantes de Xóchitl desde la ciudadanía activa podrían no asistir a las urnas porque saben que tendrán que empoderar, en mayor o menor medida, al PRI y al PAN que repudian, el mismo PRI y PAN que les fallaron a los mexicanos y que bajaron sus expectativas del voto a menos de 10% a favor del PRI y menos del 20% por el PAN.
Las dirigencias del PRI y del PAN han gastado más tiempo en explicar las razones por las cuales las figuras de Alejandro Moreno Cárdenas Alito y Marko Cortés no aparecen en la campaña de Gálvez Ruiz, ni tampoco tuvieron presencia en lo poco capitalizable del debate, y dejaron la impresión de que la candidata presidencial del PRIANREDE tiene sólo el registro partidista, pero carece de recursos económicos necesarios para la campaña presidencial, no puede echar mano de las estructuras electorales de los partidos opositores y al final el PRI ha sido muy sensible en señalar que Xóchitl es candidata del PAN y no del PRI.
La ciudadanía ha tenido ya expresiones muy claras de votos divididos o fragmentados: a favor de alguien por la presidencia y por otros colores partidistas en diferentes cargos públicos en disputa; en 1988, Cárdenas logró unificar un poco el voto presidencial y el legislativo, pero en 2000, 2006 y 2012, la oposición ganó la presidencia, pero no tuvo la mayoría en el Congreso; López Obrador tampoco agrupó el voto, pero pudo conseguir una mayoría legislativa absoluta de 53% en la alianza Morena-Verde-PT.
En la actual campaña electoral, la candidata presidencial opositora y el PRIANREDE marchan cada uno por su lado, en tanto que Morena tiene mayor cohesión entre todas las estructuras en competencia, inclusive en plazas donde resentimientos personales llegaron a tambalear tendencias mayoritarias.
Ahora más que nunca la oposición necesitaba de un apuntalamiento partidista de su candidata presidencial, pero en los hechos nadie salió en defensa de Xóchitl Gálvez Ruiz y hubo más justificaciones de que por qué no hay articulación de estructuras que apoyos a una candidata que en lo personal fracasó en el debate porque –y ese es otro dato que hay que apuntar– ninguna estructura de partido participó en su entrenamiento y sólo algunas figuras del PAN le ayudaron a preparar el debate, pero más bien desorientándola con percepciones personales y sin tener el personal capacitado para el adiestramiento político en debates públicos.
Los tiempos políticos ya está muy adelantados, Alito y Marko siguen lejos de Xóchitl, la estructura partidista del PRI y del PAN no alcanza siquiera para las principales candidaturas menores en disputa y los recursos económicos siguen sin llegar a la campaña presidencial opositora.
Pero lo peor es que Xóchitl ya no pudo cohesionar su base social ciudadana antipartidista con el desprestigio del PRI y del PAN que sigue latente entre electores no partidistas tampoco han perdonado las corruptelas del pasado reciente.
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Política para dummies: la política es, recordando a Rulfo, un rencor vivo.
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