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Mi amigo el árabe

Samuel Schmidt


Cuando vivía en Jerusalén el encargado de la lavandería era árabe y llevaba un botón con la efigie de Mao Tse Tung, detrás decía Long Live Chairman Mao. En ese entonces tenía una cierta simpatía por el maoísmo, la teoría que se desviaba del principio que la revolución vendría del proletariado industrial, inexistente en China en ese entonces y sostenía elementos que parecían apropiados para sociedades semi-capitalistas como era en parte la mexicana. Mi amigo me invitó a visitar China por solo $100.00 dólares, un 25% de mi beca mensual, solo que el vuelo salía de Jordania y no me atrajo la idea de tener que explicar porque había salido por allá con mi pasaporte mexicano. Tiempo después me enteré de los campos de reeducación y de los entre 20 y 45 millones de chinos muertos por las políticas “revolucionarias” de Mao. Por muchos años conserve el botón, con el que espantaba a muchos marxistas ortodoxos.


Cuando vivía en Chihuahua el presidente del comité municipal del PRD era árabe, tras una de esas “tomidas” de fin de año, surgió la travesura de lanzarme de candidato del PRD a gobernador de Chihuahua, compre votos por mazapanes pero mi amigo junto con algunos líderes nacionales y estatales del partido se tomaron en serio la broma. El no entendía porque yo decía que desearía ver la cara de los pendejos de siempre y de Chucho Ortega a la sazón mandamás y futuro enterrador del partido, así que me preguntó:


¿ Qué pasa entre tú y Chucho? ¿te bajó una chava o tú se la bajaste?


Interesante que se concibiera una rivalidad amorosa, pero le aclaré:


Yo conozco las corruptelas de Chucho desde que estaba en el PST y dónde Aguilar Talamantes vendía conflictos. Ya no le dije que ese partido lo pagaba el IMSS aunque en sus documentos básicos tuviera un tufillo de maoísmo.


La broma pasó y tiempo después me invitaron a una reunión con un crew del History Channel que visitaba El Paso y el camarógrafo era el hijo de mi amigo el perredista, así que recordando la travesura me dijo en tono jocoso:


Mi papá dice que lo mejor de eso es que un árabe se chingó a un judío.


Aunque soltamos la carcajada era claro que en su subconsciente estaba presente la pugna, pero ojalá que a eso llegará la lucha entre grupos sociales, étnicos, religiosos, nacionales, que terminan dónde el chingado se ríe con el otro.


Un día hablando con Abu Sa”ada Asad de Shfaram, un pueblo cerca de Haifa, el me dijo: “ya sabes que tienes un hijo aquí, yo soy tu hijo”. El recibió un riñón de mi hijo Adam, y establecimos la conexión porque nos lleva consigo a Adam y a mí. Para el hospital Tel Ashomer quedaba claro que no había diferencia religiosa entre sus pacientes y yo tengo un hijo árabe-musulmán.


Narrar dos experiencias con amigos árabes, el de Chihuahua que es maronita lo que según dicen marca una gran diferencia con los musulmanes y uno maoista, es insuficiente para ejemplificar sobre conflictos añejos e irracionales.


Con mis otros amigos árabes en México nos une nuestro común denominador de mexicanos, y las diferencias ideológicas y políticas se manejan en el terreno de la tolerancia y la convivencia.


En 1967 estuve en Gaza sin sufrir peligro; en mi época estudiantil en Jerusalén en 1973 la diferencia era entre musulmanes y judíos; un musulmán asiduo al bar al que asistíamos, “My Bar”, famoso por su gulash, decía que estaba enamorado de una judía y los amigos judíos trataban de persuadirlo de mejor dejarla para no meterse en problemas entre las familias, tema que ha sido abordado en varias películas. No pareció hacer caso.


Se ha planteado el actual conflicto entre las comunidades musulmanas en países occidentales como una guerra de civilizaciones, y el conflicto entre Israel y Hamas de la mano de Hezbola-Irán, como un conflicto por la sobrevivencia.


El 7 de octubre fueron asesinados judíos que desarrollaron proyectos de paz con sus vecinos palestinos; proyectos de introducción de agua a Gaza y festivales de cometas por la paz, pero el odio se sobrepuso a esas vivencias y experiencias; hay anécdotas de amistad que sirvieron para espiar a las comunidades israelíes y un caso que le habló a su amiga judía el día del ataque para que le informara sobre soldados e inteligencia de seguridad. No todos los amigos lo son en realidad, ni todos los amigos se convierten en enemigos. Pecaré de optimista para pensar/desear que todavía pueden fructificar amistades y que se derrote al odio.


A mi amigo árabe de Jerusalén no lo volví a ver; hace poco pregunté por mi amigo árabe de Chihuahua con el que tenemos pendiente darnos un abrazo y con mi hijo musulmán sigo hablando para conocer sobre su salud y su familia.

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