Diario de un reportero
Miguel Molina
Uno lo puede ver aunque esté lejos. Los veracruzanos están a merced de los malos elementos. Los bosques de Veracruz tienen cada vez menos árboles, las aguas envenenadas de los ríos de Veracruz matan a los peces, el aire de las ciudades está contaminado, los basureros están llenos y funcionan de manera irregular, hay sequías y hay inundaciones que afectan la agricultura y la ganadería, además de que perjudican a quienes menos tienen. Y sigue un largo y triste etcétera.
Por suerte hay instituciones que tienen la responsabilidad de mejorar las condiciones ambientales del estado y de ampliar la cultura ecológica de los veracruzanos mediante acciones que garanticen la aplicación de la ley, o las leyes, en un trabajo que involucre a los tres niveles de gobierno y a la sociedad civil, bajo los más avanzados principios de integralidad, prevención, precaución, irreversilbilidad, equidad y justicia: la secretaría de Medio Ambiente, y su hermana menor, la Procuraduría de Protección al Medio Ambiente.
Por desgracia, esas instituciones no sirven de mucho. En lo que va del año, se han reforestado casi treinta y tres hectáreas en cinco municipios. Para tener idea de lo que significa ese trabajo tendría uno que tomar en cuenta que hace cinco años se reforestaron cuatro mil quinientas hectáreas, que hace cuatro años se reforestaron tres mil cuatrocientas, y que hace tres se reforestaron dos mil setecientas.
Cualquiera pensaría que algo anda mal. A fin de cuentas, se trata de ir al vivero estatal más cercano y pedir plantas, llevárselas, y sembrarlas después de firmar un recibo. Pero el ejercicio se complica cuando hay que llenar el formulario para pedir los arbolitos: hay que incluir un plano con colindancias y la superficie a restaurar con coordinadas geográficas, y una tabla de Excel donde figure un cuadro de construcción, lo juro.
También hay que llevar fotografías del lugar, identificación oficial vigente y copia del documento que acredite la propiedad del terreno donde se quiere sembrar. Hay que declarar qué criterio se usó para seleccionar el sitio, cómo se va a preparar para la siembra, qué método de plantación se va a usar, cómo se van a proteger y cómo se van a mantener las áreas recién sembradas, y qué día se va a plantar. El formulario se puede leer aquí. Es de no creerse.
Desde hace tiempo hace falta una autoridad que pueda tomar la iniciativa en casos que ya estaban contemplados en quién sabe cuántos Planes Estatales de Desarrollo, porque todavía hay porquerías y venenos en el aire y en el agua. Pero es claro que no hay capacidad o no hay voluntad política, o ninguna de las dos cosas, para procurar el bien común "bajo los más avanzados principios de integralidad, prevención, precaución, irreversibilidad, equidad y justicia", como quería el legislador, aunque hay formularios...
Desde el balcón
Es un miércoles húmedo, propicio para el recogimiento y la reflexión y tal vez un chirris de algo fuerte. Uno se sienta y sin querer termina pensando en la consulta, en los seis millones seiscientas sesenta y dos mil novecientas quince personas – son tantas y tan pocas – que fueron a votar por una vaina escrita en un lenguaje legal tan pedregoso como incierto y frágil.
No se sabe qué va a pasar ahora. No se sabía antes. Uno no sabe a dónde se fueron los treinta millones que eligieron al gobierno, ni dónde están los sesenta millones que no. Tampoco se sabe cuántos van a votar – a favor o en contra de lo que sea – la próxima vez que se requiera ir a las urnas. Y hasta la fecha no se sabe qué país quieren los partidos de oposición.
Eso es más que suficiente para salir al balcón a pesar de la lluvia, y refrescar las ideas. Lástima que haya tantos actores políticos que no tienen balcón. Ni un chirris de algo fuerte.
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