Xochitl Patricia Campos López
La presidencia de Donald Trump en Estados Unidos reafirma el paradigma antimigratorio del Primer Mundo. Aunque hacen falta algunos meses para que el gobierno republicano se instale, las supuestas medidas que se pretenden están mostrando los peligros del trumpismo respecto de los migrantes mexicanos en Norteamérica y la idea de que nuestro país se significa como tercer país seguro para migrantes de Latinoamérica y otras naciones. Ha sucedido en la primera presidencia trumpista y es altamente probable, sin lugar a duda, que la situación será extrema en la segunda presidencia de Mister Carrot.
En el sexenio lopezobradorista se instaló en México un aparato de seguridad que regulaba y contenía el paso de distintas emigraciones, sobre todo las centroamericanas; sin embargo, esta situación descuidó la seguridad interna y preparó la intervención de la delincuencia organizada para aprovecharse de las circunstancias. Un elemento que se dispuso en el imaginario fue la política social para atender el fenómeno migratorio, quizá, ahora, es fundamental que los distintos ámbitos gubernamentales de México construyan políticas públicas para proteger e incluir a los migrantes en el desarrollo local.
En los municipios rurales de la provincia mexicana está todo por hacerse, el periodo neoliberal generó el despoblamiento de muchas regiones y su reducción comunitaria sin parangón. Las zonas de expulsión migrante en México tienen cifras poblacionales semejantes a las de hace cuatro o cinco décadas. Esta situación generó también el empoderamiento de la economía criminal y el secuestro de las regiones por la violencia del narcotráfico.
Hace algunos años, la crisis poblacional en las comunidades regionales españolas dio lugar al fenómeno del neoruralismo. La migración puede contribuir a que México recupere la soberanía alimenticia y que las regiones del país renueven el recurso humano que han perdido durante cincuenta años. Eso implica una atención significativa del gobierno federal en el municipal. Es preferible compartir los municipios con los emigrantes a dejarlos dispuestos para los caciques que sólo los empobrecen más y provocan mayor emigración.
Los gobiernos estatales, representantes del feuderalismo, se han convertido en obstáculos para el desarrollo nacional y local. Es importante acabar con los cacicazgos e institucionalizar las autoridades locales, desarrollar estructuras productivas y promover una economía menos centralizada.
La dispersión poblacional no es el detonante de la pobreza como se ha querido señalar malintencionadamente desde el neoliberalismo. La elevada concentración de poder en los gobiernos estatales y el descuido de la administración federal, han generado una marginación y fracaso total de los municipios rurales.
El rescate del municipio, la reconversión del artículo 115 constitucional y el incremento de las autoridades municipales, puede generar cambios cualitativos y cuantitativos en el desarrollo del país. La emigración en México puede descongelar la modernidad y ser una vía para darle la vuelta al trumpismo.
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