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POR EL VIRAJE HACIA UN DESARROLLO ECONÓMICO CON SUSTENTABILIDAD.

Enrique Bautista Villegas

Hace algunos días tuve la oportunidad de participar en un taller para la construcción de una estrategia sectorial en bioeconomía agrícola, organizado de manera conjunta por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).

Entre los propósitos de este, estuvo debatir sobre la necesidad de retomar la aplicación de insumos biológicos y/o sustentables en la agricultura, a partir de los graves problemas que vive la humanidad por el uso excesivo de agroquímicos, mismos que conllevan un daño para la salud del medio ambiente y de la población.

No es el objetivo de esta reflexión referirme a los temas que se discutieron en el encuentro, si no al señalamiento de los efectos del uso indiscriminado de algunos insumos y materiales inorgánicos, al que se refirió uno de los ponentes. El comentario del Dr. José de Jesús Brambila, quien recordó que el desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha resultado en la transformación de recursos de la naturaleza, como el petróleo y diversos elementos químicos y minerales, en satisfactores que han facilitado enormemente la vida de los seres humanos, pero sin considerar los efectos negativos que los mismos han traído al medio ambiente en su conjunto y a la vida animal, incluida la de los humanos.

Con el uso desmedido e irresponsable de los combustibles fósiles, de los agroquímicos, de los derivados del petróleo, como el plástico, entre otros, hemos ciertamente satisfecho muchas de las necesidades de la sociedad, y en particular de las clases económicamente dominantes, pero a un costo altísimo para el medio ambiente en su conjunto.

La afectación a los suelos, los bosques, los mantos acuíferos, los océanos, a la vida animal, a la salud de los trabajadores en la agricultura, en la minería, de sus familias que viven cerca de las zonas donde se aplican los agroquímicos o se derraman en forma accidental o irresponsable residuos tóxicos, a la salud de los consumidores finales a través de la trazabilidad de los agroquímicos en los alimentos que consumen, ha resultado altamente dañina, y sin precedentes que se le acerquen en la historia de la humanidad. El mundo se encuentra ya en grave riesgo, y tal vez algunos de los daños que se han generado sobre las especies que conocemos, incluidos nosotros mismos, son ya irreversibles.

La racionalidad y la inteligencia nos hacen concluir sin mayor espacio para la discusión, que, así como por comodidad adoptamos el uso de bienes y

satisfactores que nos significaron comodidad y grandes ventajas en su momento, pero sin medir sus consecuencias, hoy que las conocemos y sabemos de sus efectos perniciosos para nuestro hábitat y para nosotros mismos, debemos revertirlas y desterrarlas en forma definitiva.

Ciertamente, el reto no parece sencillo, pero resulta impostergable si queremos ofrecerles un futuro medianamente promisorio a las siguientes generaciones. La única manera de detener la contaminación de los mares con residuos plásticos derivados del petróleo; de poner un alto a la contaminación de los suelos y las aguas subterráneas que son el sustento de la vida, es dejando de utilizar en forma definitiva ese tipo de elementos.

No se trata de que los mismos desaparezcan de un día para otro, pero sí de que los acuerdos para la protección del medio ambiente que se toman en el concierto universal de las naciones establezcan plazos perentorios para su eliminación y sustitución por insumos respetuosos de la salud de la naturaleza y de la de todas las especies, incluido el ser humano. Se trata de que estos acuerdos, que en ocasiones se toman por mayoría, y no necesariamente por unanimidad, sean obligatorios para todas las naciones, y para todos los sectores de las economías en el mundo; sin excepciones ni exclusiones. Es momento de anteponer el interés general a los particulares; el de toda la población al de los económicamente poderosos.

Se trata de que quienes generan los materiales e insumos no sustentables paguen para que los gobiernos garanticen su recuperación y destrucción; se trata de que los científicos, los investigadores, los generadores de nuevas tecnologías, trabajen de manera coordinada para desarrollar conocimiento que permita la formulación de materiales para empaque, envases y para movilización de bienes de consumo a partir de insumos biodegradables y reciclables; se trata de no generar desechos o residuos contaminantes y dañinos para la salud del medio ambiente y la vida animal; se trata de que la humanidad actué solidariamente para recuperar el rumbo del desarrollo económico de forma sustentable, por el bien de nuestros hijos, y de los hijos de nuestros hijos; de las siguientes generaciones.

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