Carlos Ramírez
Hoy lunes 19 de junio comienza la penúltima fase del relevo presidencial que se votará en junio de 2024. Y el escenario, si las cosas permanecen constantes o con variaciones mínimas, beneficia al presidente López Obrador y su partido Morena, frente a una oposición deslegitimada, incapaz de ponerse de acuerdo, dominada por tres liderazgos cuestionados y penetrada por grupos de interés que carecen de base social.
Mientras la oposición dedicará su tiempo y esfuerzo a quejarse como plañidera de las trampas legales de Morena y agotará su aliento en repetir que hay una revalidación de los métodos priistas, Morena ya ocupó prácticamente todo el espacio político y mediático y consagrará los próximos cuatro meses a fortalecer la candidatura presidencial que hoy aparece bajo el disfraz identificado por todos de corcholatas para darle la vuelta a las leyes electorales y convertirse por sí misma en un Plan C que tiene desquiciados a los desempleados Lorenzo Córdova Vianello y a Cirio Murayama Rendón.
Los exfuncionarios del INE han comenzado a construir un discurso de denuncia que quiere concluir con la anulación de las candidaturas de los precandidatos morenistas disfrazados de corcholatas, sin reconocer la existencia de un principio de derecho que dice que lo que no está plenamente prohibido sí está permitido; y el proceso en Morena es para designar al defensor del proyecto de la 4T. El presidente López Obrador tuvo la astucia de no hablar de precandidatos, sino de caracterizarlos como corcholatas para eludir las prohibiciones legales y con la sorpresa de que tienen más reconocimiento como corcholatas que como precandidatos. Solo falta que el pensamiento autoritario de Córdoba y Murayama abra casos legales contra periodistas que hablan de precandidatos y no de corcholatas, aunque tendrían que aceptar que sería un acto vulgar de censura muy a tono con sus estilos en el INE, pero ahora desdeñados hasta por quienes antes los endiosaron.
El proceso de sucesión presidencial se cuenta en el libro Cuatro corcholatas y un destapador, escrito por Alejandro Ramos, Carlos Ramírez y Jesús Sánchez e impreso por el Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad (se encuentra en sus diversas formas de venta en el sitio indicadorpolítico.com.mx), y se basa, sobre todo, en la indagación de los perfiles de los cuatro precandidatos y un dibujo estratégico del estilo personal de gobernar del presidente López Obrador en función de destapador, para mostrar las ofertas del partido en el gobierno federal hacia el sexenio 2024-2030.
El presidente López Obrador no ha engañado a nadie, sólo ha aplicado toda su experiencia como disidente institucional para aprovechar los huecos que de manera ingenua han dejado las últimas reformas electorales. Las anulaciones de las candidaturas a gobernadores de Guerrero y Michoacán en el 2021 fueron el aviso ingenuo de Córdoba y Murayama para enseñar el instrumento de decisión política que reventaría la candidatura presidencial de Morena.
A lo largo de cuatro y medio años, el presidente López Obrador fue construyendo la base popular de Claudia Sheinbaum Pardo para colocarla en el primer lugar de preferencias en todas las encuestas que han mantenido su credibilidad; aunque en una sociedad como la mexicana educada desde 1920 a 2018 en los protocolos de las sensaciones priistas, en realidad no era necesario tanto trabajo de intención en la preferencia sucesoria, pues Marcelo Ebrard Casaubón no cree en las encuestas y siente que todas son manipuladas desde Palacio Nacional para favorecer a la jefa de gobierno y, como Camacho Solís en 1993, no aceptará los resultados..
Con la oposición como archipiélago de intereses desarticulados, Morena se apoderó del ambiente sucesorio.
Política para dummies: La política es la guerra por el poder.
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