Diego Martín Velázquez Caballero
Aunque el caso Mario Marín dejó una huella indeleble en la cultura política poblana, aún aterra encontrar que su fortaleza va más allá de la red política que conformó y que se relaciona con valores profundos arraigados en el imaginario social de Puebla. Poblano y Marinista casi son sinónimos. Quizá es por esto que la titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), María Luisa Albores, decide no participar en la contienda partidista que formalice la candidatura de MORENA al gobierno del Estado.
Es cierto que el faccionalismo hace estériles y volátiles a las camarillas políticas en un entorno autoritario como lo es Puebla, pero el marinismo tiene una vigencia inigualable. Es increíble que cause más espasmo el que una mujer tenga posibilidades reales, también legales como ineludible ajuste histórico, a que la mayor parte de la clase política y empresarial sea vinculada y haya colaborado con el Gobernador de Puebla.
El progresismo feminista es complicado de entender, pero qué se puede hacer frente a una realidad de violencia de género tan extrema como la que guarda Puebla. Los indicadores sociales están ahí y son la pura verdad.
La posibilidad de un gobierno estatal encabezado por una mujer, causó una furibunda reacción de medios, religiosos, empresarios, políticos y, principalmente, morenistas conversos. El transfuguismo político en el faccionalismo es emprendedurismo, liderazgo pragmático. Y, por eso, Rafael Moreno Valle asumió que Puebla nada más puede gobernarse como lo hizo el avilacamachismo aunque con los mismos costos.
Frente a personajes como Ignacio Mier y Alejandro Armenta se han articulado la mayor parte de las estructuras políticas, económicas y sociales que buscan seguir vigentes en el ejercicio económico del próximo sexenio. Las posibilidades de una candidatura distinta, por cuestiones de género, legales y legítimas, presenta un alto costo no sólo para MORENA sino también para los intereses de las camarillas y facciones que siempre saben acomodarse al mejor postor, incluido el feminismo oportunista como lo calificó Rubí Soriano.
El feminismo auténtico, lo que esto signifique, así como el purismo morenista, deben hacer un ejercicio de autocrítica auténtico. El pragmatismo implica la asunción de pecados capitales y compromisos diabólicos que orillan a situaciones de vulnerabilidad. La alternancia en Puebla ha prodigado resultados magros porque carece de trabajo auténtico y capacidad. El marinismo sobrevivió gracias al pragmatismo, y persistirá varios años más aunque las condiciones no le resulten favorables, pero este es el sentido de la política mexicana, sobrevivir y no estrellarse, como le ocurrió al morenovallismo. A este sentido levítico y primitivo de la política local se deben los límites impuestos a un personaje como María Luisa Albores; no es su persona, sino lo que representa
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