Si por ley sólo el Instituto Nacional Electoral podía promover la consulta, entonces la revisión de la difusión de la convocatoria consulta del pasado 1 de agosto acredita responsabilidad política al desdén de los funcionarios del organismo electoral hacia el primer experimento de la democracia participativa como paso previo a las presidenciales de 2024.
Al final de cuentas, también, hay que acreditar la falta de acompañamiento político, social y partidista a la estrategia política directa del presidente de la república hacia una convocatoria a consulta promovida como parte de sus facultades legales.
Y finalmente, la consulta se convirtió en un galimatías incomprensible por la intervención enredada del ministro presidente de la Corte, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, porque debió haber rechazado la pregunta original obligando al Congreso a redactar una nueva. Por andar de ofrecido, el ministro Lelo es de los principales responsables directos del fracaso de las consultas por redactar una nueva pregunta cantinflesca.
Lo que queda por aclarar son las razones del presidente de la república para seguir adelante con una consulta que había perdido su contenido y organización. Hay que partir del hecho de que no se trató de un capricho, sino, muy en el estilo presidencial, de decisiones estratégicas con sentidos políticos de mediano plazo que sólo el presidente puede operar.
En términos estrictos, la consulta no fue un fracaso porque se realizó y porque pudo montarse sobre el escenario indirecto de juicio a cinco expresidentes de la república por decisiones políticas y de poder susceptibles de ser perseguidas, en diferentes niveles, por investigaciones políticas, sociales y judiciales, pero que de nuevo salieron condenadas.
La institución que quedó en el centro del debate es el INE, porque en las últimas semanas sus funcionarios directivos dedicaron más tiempo a sus agendas políticas particulares que a la promoción ya no tanto de la consulta sino de la experiencia de democracia participativa. El consejero presidente Lorenzo Córdova Vianello condicionó la realización exitosa de la consulta a un presupuesto de gasto extraordinario que no le dieron. Y el consejero Ciro Murayama Rendón dedicó más esfuerzo a defender la existencia de los diputados plurinominales que están en la mira de una reforma electoral adelantada por el partido Morena.
Córdoba Vianello, además, tuvo más presencia en redes defendiendo la existencia del INE y tratando de blindarlo ante la reforma que busca desactivar el papel político-electoral del Instituto más allá de su función primaria, original y única de organizar elecciones y coordinar el conteo de votos, además de seguirse oponiendo a la decisión de seguridad nacional de crear una cédula única de identidad que haga obsoleta la credencial de elector que controla el Instituto.
La decisión de una reforma electoral no le corresponde defenderla a los funcionarios de la actual INE, sino que es facultad legal de los partidos en el Congreso de la Unión. Los dos consejeros que han sido pivotes del funcionamiento del INE como Ministerio de la Democracia, Córdoba Vianello y Murayama Rendón, terminan su periodo de funcionarios del Instituto en 2023, lo que ha adelantado el tiempo político para definir las posibilidades de una nueva reforma electoral que responda a la necesidad de garantizar el respeto al voto y no mantener una élite política activista de enfoques ideológicos de la democracia.
La consulta, también, permitió percibir la existencia de un establishment político-institucional vinculado a la sobrevivencia y extensión en tiempo político del actual régimen de gobierno inventado por el presidente Carlos Salinas de Gortari en 1990 para impedir instituciones político-electorales ajenas a esa corriente de funcionamiento sistémico priísta que ha impedido la construcción de una verdadera república de leyes e instituciones.
La lectura de la consulta sólo en función de asistentes podría dar una imagen equivocada del reacomodo de formaciones sociales que se preparan para la votación de revocación-confirmación de mandato presidencial y que entrarán de lleno a la madre de todas las batallas electorales: las presidenciales del 2024.
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