Diego Velázquez
Un famoso supermercado que alcanzó extensión nacional gracias a tarjetas monedero -algunas falsas- entregadas para la compra de voto en las elecciones que llevaron al triunfo de Enrique Peña Nieto, lleva a reflexionar sobre las razones que tuvo Pancho Villa para expulsar a los españoles de Chihuahua. Algunos de estos actos se relacionan con los empresarios que posteriormente fundaron el Grupo Monterrey.
Esta asociación patrocinó durante varias décadas al PAN y a la ultraderecha: el Pacto de los Remedios es el mejor ejemplo. Los empresarios regiomontanos son algo más que un grupo de presión contra el gobierno mexicano, los distingue el carácter golpista de algunas de su decisiones, así como un pragmatismo económico que algunas veces ha contribuido al desarrollo regional y nacional (Cfr. Días difíciles. Rascón Banda. 1988).
No obstante, ese poder precisamente los transforma en un tema delicado. La muerte de Eugenio Garza Sada cuando un agente de la CIA ocupaba la presidencia de México y comenzaban los años de la Guerra Sucia, deja translucir, al menos desde cierta óptica, que la extrema derecha tiene la atención de Estados Unidos.
Ese es uno de los principales problemas de la gobernabilidad en México, entender el juego de señas con Estados Unidos y cooperar con sus intereses.
AMLO alcanzó la presidencia de México gracias al masivo apoyo popular pero también con la venia de los poderes fácticos: Estados Unidos y la Iglesia Católica. Si alguno desaprueba su gestión, las estrategias para descalificarlo serían más que eficientes. De ahí que la salida de Alfonso Romo de la 4T, aparentemente, debe preocupar a la estabilidad de MORENA.
Para llegar al poder AMLO recurrió a la creación de un frente amplio que cubría desde la izquierda ex comunista hasta la ultraderecha, mejor representada por el Yunque. Por supuesto que le entregó posiciones de poder importante a éstos aliados, como por ejemplo la dirección del IMSS a Germán Martínez, un personaje ligado a El Yunque y bajo cuyo manto buscó la presidencia de MORENA Gibrán Ramírez; y la coordinación de la oficina presidencial a Alfonso Romo, la que desaparece a su salida.
En Puebla por ejemplo, se han pasado varios panistas a Morena para las próximas elecciones, no dejan de militar en la ultraderecha y están cooptando el instituto político. En el estado, la ultraderecha tiene gobernación, bienestar, el DIF y varios municipios de la zona conurbada. Incluso los ataques de Barbosa a alcaldes de Morena como en Tehuacán, buscan entregarle la plaza a la derecha. Las cosas van por la misma senda en Morelos, Tlaxcala, Hidalgo, Michoacán, Chiapas, y en algunos del estados del norte como Nuevo León, Zacatecas, Sonora y Sinaloa.
Este acomodo de poder no necesariamente significa que se rompa la relación, sino que como en todo gobierno hay tensiones que terminan por desgastar relaciones políticas. A final de cuentas, el presidente de la república, requiere tener armonía y en el caso de Romo por ejemplo, las tensiones provocaron la salida del secretario de Hacienda y de Medio Ambiente, según algunos, el conflicto de interés del empresario decantó las posiciones hasta que la tensión agotó los mecanismos de conciliación internos. Una lectura de la salida de Romo es que se puedan operar ciertos espacios locales.
Más que una ruptura debe considerarse una profundización. MORENA tuvo que pactar con la ultraderecha y alcanzar profundos acuerdos de posiciones para llegar a la presidencia. Pensar que la ultraderecha sólo es panista, constituye un mito. No obstante la mala cara del sector empresarial que patrocina y cuestiona todo lo que hace el gobierno, están conscientes –sobre todo personajes como Ricardo Salinas- que el apoyo y aprobación hacia López Obrador sigue constituyéndose algo sólido y masivo.
Como esperaban algunos Alfonso Romo no logró ser candidato a la gubernatura de Nuevo León para desplazar a “Los Clouthier”, una de las vetas más participativas de la ultraderecha nacional, esto lo logró una ex priista, lo que tranquilizara a los empresarios regiomontanos.
La idea de conformar una burguesía en el sur, una clase económica que haga competencia o participe en el mercado nacional, tampoco es algo que agrade a los grupos económicos y monopolios que se consideran dueños de bienes y personas en el país.
La ultraderecha, como los empresarios, no es ni homogénea ni panista, cosa que se ha mostrado por medio de FRENAAA y Si por México, y sabe acomodarse para sacar beneficios de corto y largo plazo; le conviene un capitalismo interno como el que promueve AMLO, e incluso la relación que guardó con Donald Trump no les incomodó, pero sí reaccionan ante la posibilidad de que se estructuren nuevas élites económicas, culturales y políticas patrocinadas desde la izquierda. Frente a la situación global, es poco probable que el triunfo del Partido Demócrata afecte el proceso político de México, con todo y su rabia anticomunista van a tener que trabajar con AMLO como lo hará Joe Biden.
La derecha religiosa está más organizada que los partidos, por ello es que le conviene a AMLO tener una conexión adecuada con ella, esto le garantiza la gobernabilidad. Así es posible que la inclusión de Romo en el gabinete no respondiera a su contacto con los empresarios, que por cierto ha producido muy pocos resultados en términos de inversión, aunque si muchos anuncios y fotografías, sino la conexión con la ultraderecha. Lo que parece entonces, es que en pro de la armonía y gobernabilidad, el proyecto de la 4T cada vez se aleja, en parte porque la crisis económica sigue pegando duro y las fuerzas de derecha aprovechan para que eso debilite al gobierno, y la austeridad también causa estragos. Sin derrotar ambos elementos, a AMLO le queda como asidero, la conexión político-simbólica con la derecha.
A la ultraderecha mexicana le importan más sus negocios, así tengan a Hugo Chavez en la dirección del gobierno. Alfonso Romo lo comprendió hace tiempo y acude a desactivar el radicalismo de algunos sectores para esperar mejores tiempos.
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