Diego Martín Velázquez Caballero
La propuesta del gobernador de Nuevo León para apuntarse como aspirante de Movimiento Ciudadano a la presidencia de la república permite entender la posición de la oligarquía ultraderechista que representa el Grupo Monterrey. Aunque en momentos parecía respaldar ideas primaverales y usar la tecnología virtual en beneficio de sus gobernados, al tiempo la fractura entre juventud y conservadurismo no pudo ocultarse. Samuel García es un dinojunior representante del ethos religioso-económico-político del Nodo Empresarial que contiene a las actividades económicas fuertes.
Hace algunos años, Abraham Nuncio construyó un trabajo que se considera vanguardista para comprender al Grupo Monterrey. Es una obra que mezcla periodismo y análisis prosopográfico de élites que resulta importante revisar. Conocer a los grupos económicos en el mundo iberoamericano brinda la posibilidad de transparentar los intereses tras el papel que representan sus marionetas políticas. Sobre todo, porque la élite económica regiomontana ha constituido un grupo local que se ha impuesto nacionalmente al gobierno mexicano desde hace, por lo menos, un siglo. Para conseguirlo ha empleado todos los medios indebidos, sobre todo el apoyo exterior: España, la Santa Sede y Estados Unidos.
Samuel significa más a la efebocracia llena de afluencia y menos a la juventud que quiere cambiar el país en modo auténtico. El clasismo y racismo que abunda en su retórica para distinguir México es común en los sujetos que como, Gilberto Lozano -un gran amigo suyo-, representan a esa derecha empresarial autoconcebida como soplo divino llegado de España a México y heroica por su capacidad de explotar a los demás. Monterrey es una pléyade de abundancia económica por el abuso histórico del colonialismo que tan difícil resulta extirpar de Iberoamérica. ¿Se convertirá Samuel García en el Gilberto Lozano a la presidencia?
Aunque se quiere hacer una distinción entre el norte y el sur de nuestro país, como si esto fueran dos mentalidades contrapuestas y antagónicas; la necia realidad se encarga de refutar esta creencia. Los mexicanos, en su mayoría, somos una cosa: pobres. Entre otras cosas por élites como el grupo Monterrey y su fuerte convicción opusdeiana de que mientras haya los pobres, aunque no haya burros. El capitalismo de cuates se santifica. Abraham Nuncio señala que la iniciativa privada es más patrimonialista que el sector público, bella tradición contrarreformista española que se cumple a pie juntillas hasta el día de hoy.
La tradición de avanzados españoles que representa el Grupo Monterrey, también debe dejar claro que así se construyen naciones llenas de fracaso, imperios que pierden todo -hasta la decencia- y sociedades enfermas de faccionalismo. ¿Promoverá Samuel García la anexión de México a Estados Unidos o seguirá legitimando la explotación colonialista que constituye el poder real atrás de su persona?
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