Con casi 50,000 millones de pesos de presupuesto anual que le entrega el gobierno de la república de los recursos fiscales recaudados, la UNAM sigue peleando una autonomía absoluta en la que nadie, pero nadie, se atreva a exigir rendición de cuentas de ese dinero o ponga en duda los resultados anuales del gasto universitario que se va a trabajadores sindicalizados, a profesores partícipes de complicidades con la rectoría en turno y a la estructura de funcionamiento que ningún mortal puede observar.
La autonomía se centra en la libertad de cátedra, pero también en la exigencia de cuentas respecto a qué ideología han estado beneficiando los programas de estudios universitarios. Y hasta donde se tienen datos, el presidente López Obrador solo ha criticado el enfoque educativo neoliberal y la pérdida de vinculación de los estudiantes universitarios con la realidad mexicana.
La estructura interna de la UNAM que opera la rectoría implica el privilegio de ingresos para trabajadores sindicalizados y muchos profesores de alto nivel, entre ellos muchos que debieran de dar clases de forma gratuita porque usaron su formación universitaria para conseguir cargos públicos multimillonarios.
Un caso que merece la atención es el del sociólogo José Woldenberg Karakoski, quien saltó de la Universidad a la presidencia del Instituto Federal Electoral para operar la construcción de un sistema de votaciones que representara los intereses antidemocráticos del presidente Carlos Salinas de Gortari, al grado de que el IFE se convirtió en un embudo entre el ciudadano que vota de una autoridad que tiene solo la función de contar votos; el modelo de consejo electoral con consejeros electos por los partidos que deben ser vigilados ha tergiversado el funcionamiento de la autoridad electoral. Todos los consejeros han recibido salarios y prestaciones multimillonarias y todavía han regresado a la UNAM a cobrar salarios para vender, en una comercialización bastarda, los conocimientos adquiridos como funcionarios seleccionados por su militancia en la UNAM. Al salir del IFE, Woldenberg fue nada menos que director de la revista Nexos de Héctor Aguilar Camín y desde allí estuvo atacando la opción lopezobradorista.
Los profesores de la UNAM que han ido a trabajar al sector público, a la vuelta del tiempo regresan a la UNAM para seguir bloqueando la circulación de las elites académicas, creando estructuras ocultas de pagos de salarios que oscilan entre 100,000 y un millón de pesos, de acuerdo con denuncias de profesores que han sido excluidos de sus privilegios.
El desafío del presidente López Obrador a los estudiantes universitarios para que salieran a protestar a las calles sin causar destrozos es una trampa saducea –de perder-perder–: esas protestas estarían cuestionando y deslegitimando al que, mal que bien, constituye un gobierno de izquierda popular no socialista. Pero los estudiantes no estarán debatiendo enfoques sino defendiendo privilegios.
La UNAM ha sido controlada por cuanto menos dos grupos de poder: los abogados potenciados nada menos que por el presidente Miguel Alemán Valdés para hacerse cargo de la gestión del poder y que ha prohijado nada menos que 18 rectores, entre ellos el que actualmente representa, a través de su grupo de poder, uno de los cacicazgos que tiene capturada a la UNAM: Jorge Carpizo MacGregor, a quien le ha dedicado inclusive un edificio que hasta ahora nadie al lapidado como ocurrió con la estatua del fundador de Ciudad Universitaria el presidente Alemán.
Los últimos rectores provienen del área médica que ha aportado trece rectores desde Guillermo Soberón Acevedo en 1973 con el periodo intermedio de Carpizo. El jefe político de los médicos rectores es nada menos que José Narro Robles, ex funcionario priista, apéndice de Carpizo y responsable del rectorado de Juan Ramón de la Fuente, quien saltó de la Secretaría de Salud del gabinete priísta de Zedillo a la rectoría solo para autorizar el ingreso de la Policía Federal a recintos universitarios tomados por estudiantes que se oponían al aumento de cuotas del Gobierno neoliberal de Zedillo y que usaron una represión del tolete.
La UNAM no puede seguir siendo un territorio de extraterritorialidad al amparo de una autonomía absoluta que no existe en ninguna parte y que solo busca que los grupos y bloques de poder de poder en la UNAM, funcionarios, líderes sindicales, porros y la élite de profesores, sigan ordeñando el presupuesto universitario.
Así que La UNAM está siendo convocada a organizar protestas contra el gobierno de izquierda de López Obrador: el absurdo neoliberal.
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