Xochitl Patricia Campos López
La aspirante hidalguense a la presidencia de la república por el Frente Amplio por México se ha presentado, por el círculo rojo, como una apuesta disruptiva, divergente e, incluso, progresista, frente a la narrativa nacional populista que representa la Cuarta Transformación. Es cierto que el desbalance se generó en Morena, pero también en la coalición conservadora que defiende el Modelo Habsburgo al servicio de Norteamérica. Xóchitl Gálvez no sólo va a probar la congruencia del progresismo que significa el gobierno y la cultura política del Movimiento de Regeneración Nacional, también va a demostrar qué tanto han cambiado los grupos neoliberales y las posibilidades de éxito que guarda una modernidad conservadora al estilo de las transiciones políticas de España y Chile.
Más allá del conflicto con la presidencia de la república bajo el control lopezobradorista, el proceso interno del Frente Amplio así como los apoyos, empatías y resignificaciones que Gálvez pueda recibir; la prueba de fuego radica en los poderes fácticos de la derecha mexicana que decidan apoyarla. Allí es donde la candidatura de Xóchilt Gálvez comienza a fracturarse. El proyecto político de la Senadora y Exjefa Delegacional ha quedado secuestrado por los principales representantes del neoliberalismo rígido –léase José Ángel Gurría- que han decidido implementar un mansplaining sobre la propuesta económica de Gálvez. No vaya a ser que Xóchitl crea que eso de la candidatura presidencial sea en serio.
¿Dónde está el feminismo progresista de Xóchitl Gálvez en este sentido? En el mercado no hay ni disrupción ni divergencia, aunque se llame uno Denisse Dresser. Los hacendados gachupines tienen la mejor conseja neoliberal: el que paga manda. Y así, José Ángel Gurría puso mano –negra- sobre el programa económico del Frente Amplio. Basta recordar cuando a los perredistas les dijo que eran unos soberanos pendejos y pobretólogos por no saber economía e inglés. ¿Pensará lo mismo de Xóchitl?
Es complicado no hacer remembranza del José Ángel Gurría de la cirugía a corazón abierto y sin anestesia en la época más cruda del neoliberalismo (zedillismo y foxismo), su participación en el fobaproa, las crisis económicas de 1994 y 1997, la exigencia de que los mexicanos se pusieran a ahorrar y dejaran de comer, la obligatoriedad de matar campesinos e indígenas para que las remesas turísticas pudieran generarse y la modernidad del país pudiera avanzar. Ni qué decir de la pensión del propio José Ángel Gurría como funcionario público en comparación con la del promedio de los mexicanos ¿Volvería a votar la clase media por alguien que le quitó todo? Quizá tienen razón los caricaturistas que reflejan a Xóchitl Gálvez como una botarga de dinosaurio donde adentro están los tecnócratas neoliberales más autoritarios.
Xóchitl es una caricatura neoliberal.
La fractura que interpretó Roger Bartra como producto del proceso electoral del 2006 se redivive en 2018 y en la prospectiva del 2024. La derecha mexicana no deja de ser hispanista, racista, proestadounidense, oligárquica, antiíndigena, aporofóbica, patriarcal, antisemita y clasista. Tienen a Xóchitl Gálvez como oportunidad para redimirse, pero, mejor no; así evitan la mínima posibilidad de cambio. Por eso Dios hizo a la gente blanca privilegiada, los demás tienen a la Virgen de Guadalupe.
El sistema de castas español heredado de la época colonial en México y consolidado a causa del nacionalismo católico hispanista apegado al imperialismo yanqui, podría fragmentarse y cambiar –como en el caso de Chile o España- si ellos creyeran en Xóchitl Gálvez. Pueden generar un salto cuántico si apoyaran en serio a Xóchitl y le dejaran construir una esfera interna propia. El problema es que no creen en Xóchitl Gálvez y eso se nota, no engañan a nadie, no son sinceros en las expresiones de apoyo, confianza y autonomía. Sólo quieren a Xóchitl Gálvez como un martir, como los niños de Tlaxcala. Y si creen que es necesario lastimar a Xóchitl Gálvez para el bien de su causa, la derecha proyanqui es capaz de provocarle el daño necesario como hicieron con Luis Donaldo Colosio.
La derecha mexicana no cambia, ni pierde, siempre está desarrollando su ambición.
Descongelar el témpano del autoritarismo mexicano y construir una sociedad plural, demócrata e incluyente, podría ser el resultado de apoyar verdaderamente lo que representa Xóchitl Gálvez y no sólo abusar de ella.
Xóchitl es una visagra para la redención de la derecha e, incluso, la reconciliación nacional. Ese es el gran reto. El pueblo no es tonto, como dice ya sabes quien, y por eso comprende quiénes manipulan a la Senadora Liberal que no quieren los panistas y los miembros de la coalición opositora en su integración ideológica y equipo de campaña. Xóchitl es una fachada, como las miles que están habituados a construir las derechas autodenominadas sociedad civil, para proteger su hegemonía conservadora histórica. La derecha no cambia nunca, ni cambiará. Su bandera son y serán los privilegios.
Quiten a Xóchitl la ley de hierro de la pigmentocracia, el racismo centenario, el despotismo ilustrado, la blanquitud del nacionalismo católico hispanista y el financiamiento de la CIA. Demuestren que son capaces de evitar lo que el criollismo peruano implementó en contra de Pedro Castillo.
El neoliberalismo es insoslayable en la coalición del Frente Amplio por México, están usando a Xóchitl Gálvez para introducir a los empresarios neoliberales y tecnócratas que tanto daño hicieron al Estado Mexicano. El pueblo no es tonto, y esta ha sido la lección del presidente que los subordinados de las agencias norteamericanas olvidaron aprender.
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