Xochitl Patricia Campos López
La competitividad es un indicador electoral que coadyuva a determinar la calidad de la democracia. En los ambientes donde predomina la pluralidad y consolidación representativa, la distancia ideal entre el primer y el segundo lugar no debiera superar el veinte por ciento. Pero cuando la brecha que separa a ambos competidores supera esta marca, la democracia se cuestiona con severidad bajo la sospecha de que sucede algo negativo, que las libertades corren riesgo y las opciones electorales se alteran.
¿Por qué es importante inconformarse frente a la carencia de competitividad electoral? En sentido estricto, porque da indicios de que comienza a estructurarse una modalidad de autoritarismo. Recordemos que la desviación del orden social genera tendencias de cualquier tipo, y los regímenes autoritarios también cuentan con una amplia taxonomía. En estas condiciones es importante poner atención en el cuestionamiento del sistema electoral. Es decir, la situación de falta de competitividad electoral constituye una evidencia más de la tortuosa e ineficaz ruta de la transición vía elecciones competitivas y la falta de implementación de medidas verdaderas en favor de la democracia, pero este puede corregirse con adecuaciones a las distintas instituciones electorales.
Aunque las partidas presupuestales para el tema electoral no son todo lo onerosas que desde la condición mexicana se supone, lo cierto es que el modelo IFE/INE ha constituido un verdadero lujo para una sociedad con desigualdades estructurales tan pronunciadas. Los partidos políticos reciben importantes partidas presupuestales y apoyos mediáticos patrocinados por el Estado, ¿por qué, entonces, los resultados son tan magros? Con estos recursos, la falta de competitividad electoral no sólo es atribuible a Morena sino, principalmente, a la oposición, ni juntos el PRIANRD son competitivos.
Las encuestas demuestran que la polarización mediática, la guerra sucia del marketing, el financiamiento del exterior y la alianza pragmática polipartidista no han generado el posicionamiento eficaz para Xóchitl Gálvez. El problema radica en que las características autoritarias que en el pasado inmediato se atribuían al régimen neoliberal, ahora se han trasladado al régimen de la Cuarta Transformación casi con las mismas imágenes. Es decir, el señalamiento de que el clientelismo, corporativismo, cacicazgo y compra del voto se mantienen como la normalidad entre gobierno –cualquier gobierno- y sociedad.
Lamentablemente, una estrategia también negativa se presenta en la posibilidad de que Xóchitl Gálvez abandone la competencia. Este hecho pretende establecer una similitud entre las recientes elecciones rusas y el triunfo contundente, pero autoritario, de Vladimir Putin.
Esta situación, de darse, agravaría la caracterización de la 4T, principalmente frente a Estados Unidos, porque México y Rusia no poseen el mismo régimen político. La derecha mexicana busca el intervencionismo extranjero por cualquier medio y esto altera la vida del país. Por otra parte, aunque la amplia ventaja de Claudia Sheinbaum provoca confianza en el gobierno, lo cierto es que también el partido oficial debiera considerar el equilibrio en la competencia, ya que los señalamientos de autoritarismo y narcotráfico agravan la condición interna y externa de la sociedad. El gobierno de la Cuarta Transformación y Morena deben brindar una apertura de espacios y la actitud democráticas más abierta, plural y dialogante; cerrarse es un error, confirma los matices autoritarios y tecnocráticos que se le adjudican –equivocadamente- a Claudia Sheinbaum.
El sistema electoral en México requiere adecuaciones y las reglas del modelo de financiamiento de entidades de interés público como partidos, asociaciones civiles y organismos no gubernamentales tienen que cambiar. No es justo para la sociedad que estos organismos reciban recursos en forma tan abundante, al tiempo que carecen de militancia, simpatizantes y, ahora, de electores. ¿Qué ha hecho el PAN, PRI, PRD y otros más con los recursos públicos otorgados para fortalecer un sistema de partidos saludable y una sociedad civil fuerte?
En este sentido, la competitividad electoral es responsabilidad del INE y del FAM. La sociedad debe pedir cuentas y fiscalizaciones rigurosas a estos organismos. Empero, la Cuarta Transformación también debe responsabilizarse de impulsar el ánimo democrático y liberal. fuera y dentro de su instituto político o movimiento.
El nuevo régimen que está en construcción puede ser malinterpretado desde el exterior y generar intervencionismos injustos y nada válidos. Aunque el abstencionismo constituye un derecho de la manifestación política, la falta de competitividad electoral no debe estimular la ausencia de la participación ciudadana
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