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¿Y si huele feo?

Puros cuentos


Pericles


“QUE SE CHINGUE EL ZORRILLO!!” dijo el cantinero. Lo que hizo que lo gordo del gordo, temblara por las vibraciones de sus carcajadas y que a su vez, hiciera que se riera el cantinero y que el círculo virtuoso se perpetuara hasta los extremos de lo absurdo ,con chistes de primaria. La cantina era sobria y por demás austera. Contexto que propiciaba el juego mental entre los extremos de la agonía y el éxtasis. No se admitían mujeres y estaba prohibido hablar de política o religión, como conclusiones de tantos años de navegar borrachos. El cantinero que doblaba de mesero, conocía a todos los parroquianos por su nombre y se sabía sus bebidas favoritas. Las cuales los ponía a filosofar dentro de un estupor etílico no siempre pacífico. Esa noche, como una tómbola del destino, llegó de todo. Desde profesores y catedráticos, hasta Caballeros de Colón y los versados en lo oculto. La ecléctica atmósfera del universo sobrio, se fue transformando bajo los ríos del alcohol que fluían a través de las mentes en busca de una felicidad efímera. El primero en perder el equilibrio y estilo, fue el Dr Sapien al quererse levantar al baño. Manos ayudadoras lo regresaron a su posición original y de algún lado salió un pañuelo blanco para mitigar las consecuencias. El cantinero al ver que las constelaciones se estaban desalineando, opta por sacar las mejores bebidas espirituosas no solo para refinar las conversaciones sino también para mantener los planetas en sus órbitas. Todo empezó en la mesa de los Rosacruces al empezar a decir que ellos eran los verdaderos iluminados. Testamento que alteró a los Caballeros y levantó cejas a los Masones. Mientras que los expertos en lo oculto ,se replegaron mentalmente y empezaron a murmurar algo en lenguas raras. Los ricos prendieron sus puros y los comunistas compraron otra botella entre todos. Solo para empezar un debacle que si lo que se discutía era religión o no. Los académicos lo tomaron todo como un ejercicio mental de tipo antropológico. Y el cantinero, que ya se arrepentía de su decisión de bebidas, implementó un plan de contingencia, las botanas. El gordo, sin denominación oficial, seguía dormido en la barra, mientras que el Dr. Sapien le hacía segunda pero en su mesa y con el pañuelo ensangrentado cubriéndole la boca. Lo esotérico fue perdiendo su exclusividad por los alcoholes que iban devastando las barreras intelectuales en forma inexorable. Para cuando se sirvieron las botanas, los Caballeros estaban literalmente bailando con los Satánicos ,sin música y solo con los aplausos rítmicos del resto ,hasta que el decano de la universidad local se empieza a desvestir como en un primitivo striptease, para el beneplácito de la concurrencia que explotó en risotadas y aplausos de aprobación. Siendo los Rosacruces los que más aplaudían. La embriaguez era total. Haciendo que todo se mezclara como un caldo de ideas y palabras que flotaban por el piso en un devenir igualitario y a la vez caótico. En eso, el Dr. Sapien se despierta casi sobrio y al ver el espectáculo grita: “Por Dios Señores!” Lo que provoca un instantáneo silencio general y reacción por parte de los ateos que preguntan: ¿y que tiene que ver Dios con todo esto?” pausa. “Si Dios no existe!” prendiendo fuego. Afirmación que partió las aguas en dos, donde los profesores y catedráticos quedaron suspendidos en la volatilidad de la atmósfera. El silencio se rompió, por el movimiento de sillas al pararse los que se sintieron ofendidos y otros para defender a los ofensores. El cantinero al ver el abismo de la entropía social, en desesperación grita: “Señores la casa invita!” pretendiendo en forma fútil inyectar una especie de sorpresa. Sin embargo ya era muy tarde, los bandos ya estaban definidos, resucitando siglos de odio y resentimiento. Los catedráticos intentaron intervenir, dando una clase improvisada de la historia del existencialismo desde Sartre a Nietzsche, a manera de amortiguar las diferencias místicas, pero sin éxito. El gordo, que ya se había despertado con sus propios ronquidos dice casi implorando: “Señores! Señores! “ “Déjenme contarles un chiste primero “ El gordo coloca su inmensidad en medio de las partes desiguales y con una elocuencia circense, cuenta el del Trilema. La cascada de carcajadas neutralizó el incendio emocional de las partes en question, e instigaron la apertura del apetito colectivo. Los comensales comieron y por los ingredientes de sobriedad, los planetas terminaron alineándose. Sin embargo, no todo el fuego se apagó al unísono. Habiendo sido los Caballeros de Colón los primeros en desenvainar sus espadas y los últimos en envainarlas de nuevo, no obstante que todo había sido un espejismo mental. El cantinero, aprovechando la tregua de risas, se empieza a despedir de los parroquianos como mandando un mensaje de despedida, al revés. El primero en retirarse, fue el Dr. Sapien todavía con la mano en la boca y con hambre. Les siguieron los de las ciencias ocultas, que al final como que echaron una maldición pentagramal con los ojos cerrados. Y así, uno por uno hasta que los Caballeros, que fueron los últimos en retirarse ,también echaron una bendición en latín antiguo, que para el gordo se escuchó exactamente igual a la de los pentagramales ,pero con los ojos abiertos. Ya en la puerta de entrada y salida, el cantinero y el gordo ven como los borrachos se alejan, cuando el último de los Caballeros voltea y de manera triunfalista dice: “Hay que mantener la fe’” A lo que el gordo interpreta como: “Que quieren más café?” en forma capulinesca. Al final todo fue una ilusión guerrera entre dogmas de fe’ contrarias y en perpetua juxtaposición. La cantina se siguió llamando igual: “El Mundo Al Revés”. Siendo lo único que cambió, el letrero detrás de la barra que ahora dice: “Prohibido hablar de política o Dios” SRreal


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