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Ya no hay corrupción

Diario de un reportero


Miguel Molina

No sé qué pensar. El gobierno que destinó setecientos veintisiete mil millones de pesos a programas de bienestar social para este año es el mismo que gastó dieciséis mil ochocientos dieciséis millones de dólares (unos trescientos diez mil ciento noventa y seis millones de pesos, centavos más o menos, suficientes para cuatro años de tranquilidad de muchos) en construir una refinería que no refina, aunque tal vez, por fin, comience a producir algo – lo que sea – a fin de mes.


Hay otras cosas que me preocupan, como el tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles, que no han podido ser lo que quería el presidente. Y la megafarmacia, y el sistema de salud, y otras cosas que no han salido como se pensó en Palacio Nacional. Aunque están las cosas que ha podido hacer la cuarta transformación, que no son pocas, aunque su efecto no sea espectacular, como hubiera querido el gobierno.


Lo importante es que ya no hay corrupción. Ningún funcionario de la cuarta transformación ha sido investigado, detenido, procesado, o convicto de corrupción. Ya no hay para dónde correr. Pero tengo en cuenta que una mirada sesgada ha establecido la norma de juzgar a la izquierda por sus intenciones y a la derecha por sus resultados, como explicó Fernando Savater, y si hay manera

se juzga a la izquierda por sus fallas y sus errores, y a la derecha por sus intenciones. De todos modos, es lo mismo.


Ni la izquierda ni la derecha ni el atinado centro se salvan de una mirada histórica rigurosa. Ninguno ha podido ofrecer un proyecto consistente de Nación. Lo más cerca que hubo fue la cuarta transformación, que adoptó la filosofía de Alfonso Reyes y luego la olvidó en algún cajón de algún escritorio tras ofrecer la ilusión de un futuro mucho más allá de nuestro alcance.


La duda matemática

Y de ahí me viene la duda matemática. El discurso político de Claudia Sheinbaum ha sido, por lo pronto, discreto. Ha permitido que el presidente López Obrador se inmiscuya en asuntos que deben ser cosa del gobierno que viene, se ha dejado llevar en una gira de despedida en la que ella es figura decorativa, sin voz ni voto.


Pero los números me ponen a pensar. Hay más de cien millones de mexicanos en edad y posición de votar, y treinta y cinco, casi treinta y seis millones votaron por la candidata de Morena. Eso es poco más de uno de cada tres, aunque sean muchos. Pero cualquiera puede darse cuenta de que sesenta millones de mexicanos no votaron por la continuidad del régimen, se mire como se mire.


Esos sesenta millones no significan nada en las cuentas de la cuarta transformación, eufórica en el triunfo, pero son la mayoría de los mexicanos, pero son muchos. Son una mayoría cuyo silencio no cuenta.


Inclusión y pereza lingüística

Por el amor de Dios, que alguien – jefe de redacción, corrector, editor, o lo que sea – pare a quienes quieren ser inclusivos y terminan diciendo tonterías. La más común es pensar que las y los diputados incluyen a las diputadas, pero no es así. Ni las y los mexicanos, ni nadie que se les parezca. La inclusión no implica ignorancia.


Algo parecido pasa con los jóvenes reporteros, que han dado en decir tonterías como: "Fulano disparó varias veces contra la tienda. Esto, luego de que le dijeran que se fuera". Así no habla nadie ni nadie tiene por qué escribir así, aunque sea licenciado en ciencias y técnicas de la comunicación. Cada quien dice lo que quiere como puede. Aunque no pueda ni deba.


Desde el balcón

Uno se asoma al calor de la tarde, y hace cantar el cubo de hielo en el vaso de malta. Nadie camina por la vereda en el parque, el vecino dejó de torturar a Beethoven en su piano, y uno oye las celebraciones de los niños en la alberca del parque cercano. De pronto hace sol, de pronto el cielo se nubla. La malta baila con el hielo en la copa, uno piensa.


Nadie sabe dónde están los trescientos millones de pesos que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez encontró en un rincón de la Fiscalía General y después desaparecieron en otro rincón de quién sabe dónde. El gobernador Cuitláhuac García Jiménez declaró que tenía pruebas de que ese montón de dinero era del ex procurador Jorge Winkler, quien pensaba usarlo para financiar campañas políticas. Como es su costumbre, el gobernador no ofreció ninguna evidencia de lo que dijo.


Pero los millones deben estar por ahí. Y uno mira cómo baila la malta en el vidrio, y sabe que junio es lo que es.

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