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Un hilo

En contra de lo supuesto sobre la solidez de las instituciones, la democracia pende de un hilo, la mejor comprobación de esta tesis es Alemania en los 1930s. Una de las democracias sólidas con una cultura poderosa, cayó bajo el influjo de un demagogo que logró el voto popular, para luego, utilizar valores preciosos como lealtad, obediencia y compromiso, para convertir al sistema en una dictadura nefasta, que arrastro al mundo a una de las masacres más infames de la historia con decenas de millones de muertos y la adopción del odio como medio de gobierno.

El fascismo en su peor cara –buena no tiene- propuso lograr la grandeza en base a la destrucción del otro, del distinto, del que pensaba alternativamente.

El dictador contaba con la ayuda de grupos de fanáticos que no requerían de mucho convencimiento para traducir su odio en golpes, asesinatos y destrucción. Las hordas que recorrían las calles en Europa agrediendo a las víctimas del régimen, estaban estimuladas de antemano para saciar su odio.

Los sueños de grandeza megalomaniaca del dictador, estaban apoyados por los grandes intereses económicos, que de la mano con la destrucción lograrían sus sueños grandiosos. La conquista del mundo iba mano a mano entre política y economía. Recibir mano de obra esclava era menos de lo que esperaban los que reforzaron la maquinaria de guerra que los llenó de riqueza.

La pregunta por supuesto es ¿qué le sucedió a la democracia? Dónde quedaron las instituciones, los partidos políticos, el equilibrio de poder que debía evitar la concentración de poder en un solo poder y en un solo individuo.

Los uniformes adoptados para las turbas denotaban nuevos estados de ánimo ayudando a crear la mística de la adoración del poder omnímodo, los símbolos del poder reflejan esa grandiosidad enfermiza. El aparato de información fue sustituido por la propaganda. Mientras fueron asesinados los críticos, las voces disidentes; la conciencia social fue enmudecida por la fuerza bruta, la sociedad quedo atemorizada por los brutos cuya violencia legitimó el Estado.

El hilo democrático se rompió en Alemania, en Francia, la cuna de la nueva democracia, aunque ha abrazado el antisemitismo y el racismo, oportunamente denunciados por Emile Zola. ¿Por qué ese hilo que se supone ser una construcción institucional fuerte se destruye con tal facilidad?

Dirán que por la situación alemana de la posguerra. Pero ese no era el caso de Polonia, Francia y los países que caían como casas de paja con el soplido del lobo. ¿Acaso la guerra del dictador era suficiente para que amplios conglomerados abrigaran la causa del racismo y el odio y toleraran los campos de exterminio? El holocausto nazi fue un agravio para la humanidad, no solamente para los judíos.

¿Puede suceder esto en las “democracias” actuales? Claro.

Escucho entre “izquierdistas” su apoyo a Trump para que el imperio implosione y llegue la revolución. Lo que no es necesariamente cierto. Si Trump gana terminara la libertad de esos izquierdistas.

La llegada del fascismo a Estados Unidos afectará a todo el mundo con la posibilidad de una tercera guerra mundial que destruirá al mundo que conocemos.

Las hordas del odio que estaban ocultas por cierta intolerancia en el sistema tienen luz verde en el semáforo de la destrucción. Fuerzas como el Ku Klux Klan han visto justificado su discurso de odio y

vestirán camisas blancas para acosar al libre pensamiento y acribillar a los disidentes, para anular los espacios de libertad.

Los extremistas que controlan medios de comunicación seguirán apoyando el acribillamiento de la libertad y la verdad para consolidar a la mentira como instrumento de gobierno (Goebbels revive). Los grandes capitales invierten ante la perspectiva de alinearse con el dictador para consolidar su sueño de apoderarse del mundo. La gran industria colaborará para reconvertir la economía en la lógica de la destrucción (véase Irak, Afganistán).

La sociedad estadounidense es apática, vota en números limitados; en su individualismo ha desarrollado un egoísmo, ni siquiera soñado por Ayn Raynd, que los lleva a preocuparse por sus narices sin considerar a su vecino. Es una sociedad que será fácilmente aplastada por el fascismo, y las bolsas de oposición serán fácilmente abatidas. Las masas incultas y poco educadas seguirán como ratones al nuevo flautista que nos llevará marchando al abismo.

De triunfar el fascismo se abre un escenario posible de guerra civil, que el ejército, entrenado para obedecer, seguramente se lanzara a destruir a los opuestos al “libremente” electo. La retórica se volteará contra la libertad y una vez más, nos lanzarán al mundo obscurantista, ahí donde domina el fanatismo y la intolerancia.

Este es un escenario posible de lo que podemos enfrentar el próximo noviembre y la razón por la que la elección en Estados Unidos es crucial y debe importarle al mundo.

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