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Qué si sí, que si no

Procurando no hacer de lo que siento una experiencia críptica por un afan defensivo, expresé desazón por la muerte de Juan Gabriel. Al poco tiempo, un amigo muy querido, al leerme me escribe que le da mucha tristeza el motivo de mi tristeza. Me quiero morir de risa por la confianza y claro que él me señala otras muertes, con no tanta repercusión social y mediática de personalidades de la cultura y de la lucha; me menciona entre ellas el caso de Carlos Montemayor. Mi ignorancia en su obra es amplísima. Estoy sonrojado.

Hace poco, la academia sueca encargada de otorgar el premio Nobel, llamado así por Alfred Nobel, inventor de la dinamita, ha decidido otorgar este año el premio de literatura a Bob Dylan. En un principio me dio mucho gusto y leí con alegre complicidad todas las notas setenteras que rememoran al Dylan histórico, el de Like a rolling stone o el de Times are a changing. Por un momento me dejé llevar por la misma corriente de comunicación social que exalta al cantante de protesta y casi parece que al premiarlo se premia su lucha y su resistencia a la injusticia, a la guerra, al racismo. Recuerdo sus ajustes espirituales a lo largo de su vida pasando de una fe a otra seguramente con una bagaje intelectual y de vida inconmensurables, pero me quedo con mis dudas, no tanto de sus merecimientos sino de la calidad del premio.

En los días subsecuentes al comunicado de la academia sueca, Dylan se hizo el loco y no respondió nada. Durante los conciertos de su gira, que no interrumpió, nada dijo y comenzó a decirse que tal vez no iba a aceptar el premio. Pensé que esa sería una actitud congruente con ese Dylan iconoclasta de los sesentas y setentas. Parecía divertido suponer que iba a desairar a la academia y que ello afectaría en lo sucesivo el mecanismo para el otorgamiento de distinciones.

Parece ser que ha aceptado ahora aunque todavía hay dudas de si acudirá a recoger el premio.

Entre sus contemporáneos el otorgamiento del premio a su obra ha generado resquemores; algunos dicen que él no es literato sino cantante y que el premio es para letras; ciertamente Dylan tiene libros escritos y sus propias letras de

canciones son poesía y creación literaria. Para muchos el que Dylan sea premiado lo hace cómplice del establishment.

Todas estas consideraciones y otras que no tengo a la mano son expresión de la coexistencia de muchos matices ideológicos en la sociedad contemporánea. Se reconoce la obra de un artista, se discute si merece recibir o no un premio para una categoría diferente, se discute su vida, se vuelven a vender sus discos, aparecen sus rivales y antagonistas, se cuestionan los valores imperantes a partir de la critica dirigida, se analizan las reacciones en medios y redes sociales.

Dylan es una figura señera de la cultura norteamericana; que sirva para callar a los que sostienen que los Estados Unidos no tienen cultura. Dylan es grande y fue grande cuando tenía que serlo, su oportunidad es su mérito. Cantó como juglar contemporáneo el sentimiento social de manera que todos nos identificamos en el sentir de una piedra que rueda.

Antonio CANCHOLA CASTRO

canchol@prodigy.net.mx

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