Aurelio llega por fin a la primera base luego de mucho tiempo de espera. Él representa la carrera de la victoria y voltea a ver a las tribunas en busca de aplausos y aliento. Alguien le grita: “¡Vamos ese Lelo loco!”. El sol brilla con todo su poder.
Aurelio está atento al lanzador y no se separa de la almohada. Se imagina recorriendo todo el trayecto y anotando la carrera del triunfo y no solo eso sino la carrera que le dará a su equipo el campeonato.
Se percata que el lanzador frota la pelota, lo mira de reojo y luego de los movimientos conducentes, lanza a home. ¡Bola! Se ve que está nervioso. Vuelve a frotar la pelota y llama a platicar al receptor. Se les ve preocupados. Aurelio ahora se decide a abrir un poco más y comienza a pensar en que sus piernas le pueden llevar a segunda base en un intento de robo. No ve al coach de primera o no quiere verlo porque ya tiene ansias por correr.
El segundo lanzamiento es ¡bola! Ya van dos. “Está muerto de miedo”-piensa Aurelio-“ahora es cuando chile verde…” y abre un poco más imaginando la fama al deslizarse en home sin ser puesto fuera. Sueña con las fotografías y entrevistas pero sobre todo con la admiración que su gesta deportiva despertará en Laura su vecina, de quién está enamorado. Voltea a las tribunas porque la imagina allí gritando para animarlo. Luego de una pausa se reanuda el juego y Aurelio ahora más confiado se aleja más de esa almohada que parece un despojo. Percibe la gritería del gentío, la tensión en el ambiente y sigue imaginando que de anotar la carrera otros equipos lo querrán y ganará no solo dinero sino notoriedad y Laura no se podrá resistir. Abre un poco más.
De pronto el manager del equipo contrario entra al terreno a hablar con el pitcher. En una o dos ocasiones voltean a primera base y se sonríen. Luego de unos momentos palmea al lanzador en la espalda y sale del terreno caminando con lentitud.
Se reanuda el juego y la seguridad del corredor ha crecido y se aparta más todavía de la almohada. En un instante, el lanzador se vira hacia él y lanza la pelota a primera. Aurelio es sorprendido lejos de la almohada y de la seguridad. ¿Y ahora? Comienza a correr hacia la segunda base pero la pelota lo rebasa y debe frenar y volver sobre sus pasos empavorecido. El campeonato, la fama y Laura se borran de su mente conforme se agita e imágenes terribles ocupan su lugar. La pelota viene de regreso y él frena y corre otra vez hacia la segunda base. Están a punto de tocarlo cuando suena una bocina y en un altavoz se escucha: “Fin de la visita”. Los familiares y amigos de los internos del hospital siquiátrico comienzan a irse mientras Aurelio sigue solo corriendo frenético de un lado a otro evitando que lo toquen soñando con el campeonato, con la fama pero sobre todo con los besos de Laura.
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