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Eraclio Zepeda, permanece entre nosotros

Queda, quedará desde luego su invaluable obra literaria, a la vez que su calidez y generosidad humanas que se convierten, hoy, en recuerdo entrañable e indeleble.

Convivimos amistosamente en múltiples ocasiones y todos disfrutamos siempre de su viva, profunda y amenísima conversación. Digamos, una excepcional sobremesa que se extendía en los largos manteles del tiempo, no sólo al escuchar su palabra, sino lo mismo por su aleccionador contenido político y literario y esas historias y universos maravillosos del sureste mexicano.

Cómo no recordar también, con la mayor gratitud, aquel relato que escribió sobre mi obra, bajo el título “El proveedor”, dentro de un libro donde aparecen mujeres y hombres de letras y artistas plásticos, que en lo personal edité para registrar sus opiniones. Un texto que me conmueve y agradezco hoy aún más infinitamente, y del que reproduzco unas cuantas líneas, donde salta una vez más su inmenso talento, ingenio y oficio literarios:

“En el centro de la ciudad tropecé con aquel hombre a quien de inmediato reconocí como un antiguo amigo cuyo nombre había perdido en la memoria. En la banqueta misma fue dejándome caer su biografía a partir de la escuela en donde nos conocimos.

-Y actualmente soy el proveedor de manzanas de la señora Martha Chapa...

-Decías que eres proveedor de manzanas de la señora Chapa...

-Cada día, antes del alba, en un mercado, escojo con esmero las más bellas. Únicamente las perfectas me son aceptadas. Cometer un error en la selección significaría el fin de mi trabajo. Es una tarea de gran responsabilidad: cada una de mis manzanas puede convertirse en modelo de doña Martha y permanecer en una pintura o un dibujo, para todos los tiempos. Mi tarea se complementa con desalojar las manzanas del día anterior, las que cumplieron o no sus oficios de modelos…

-¿Cómo sabes cuales cumplieron o no su misión de modelos? Comenté, sólo por decir algo.

-Yo puedo reconocerlas a primera vista. Las que no, siguen siendo frutos perfectos, de otra manera no me las habrían aceptado. Pero las que estuvieron frente a su mirada adquieren una luz inconfundible, un peso alado que las llena de gracia”.

Y el cuento, tras una narración fabulosa, termina así:

“…. sigue siendo nuestro proveedor porque uno nunca sabe cuándo, entre sus manzanas, pueda traer una prodigiosa”.

Por igual, mi compañero Alejandro Ordorica, sintió enormemente su partida, pues fueron amigos y hasta buenos compañeros de trabajo cuando lo invitó a ser el Director del Festival Internacional de Cultura del Caribe, que para Alejandro, como siempre lo ha dicho fue un verdadero honor y privilegio, entre otras aventuras que vivieron juntos en el ámbito de la cultura,

Nos quedan entonces sus excepcionales cuentos y novelas, junto a recuerdos llenos de gratitud y admiración. Libros, tan conocidos y reconocidos, que no cito para evitar redundancias.

Y va de nuestra parte un abrazo sincero y fraternal para Elba y su hija Masha, dos distinguidas mexicanas.

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