La caída de un avión ruso sobre el Sinaí manda mensajes muy fuertes.
La empresa sostiene que el avión estaba en óptimas condiciones, cosa obligada si no quiere que su credibilidad se pierda.
El gobierno ruso trata de demostrar que no le dieron en el corazón porque demostraría su vulnerabilidad e incapacidad para controlar el terrorismo.
Los terroristas tratan de ganar credibilidad y su capacidad de destruir la tranquilidad de la sociedad y hacer el mayor daño posible.
Entre esas tres narrativas lo más seguro es que la que más penetre es la del terror y su inclinación a dañar a gente inocente; saben muy bien que el terror paraliza y afecta la economía, las relaciones sociales y la tranquilidad.
Los gobiernos pueden someternos a más controles que ya los terroristas se encargaran de destruir, porque su mente enfermiza los lleva un paso delante de la lógica de la protección.
El mundo debe abrir los ojos y luchar en un frente común contra las fuerzas que tratan de destruir a los demás para imponer su verdad. El gran peligro para la humanidad es el fanatismo que a su paso todo lo destruye. El terrorismo musulmán descabeza cristianos, destruye las reliquias religiosas para hundir en el olvido a las religiones y pone en peligro la paz mundial. Si no los frenamos nos arrastrarán a la tercera gran guerra y de ella nadie saldrá bien.